El azar

Los pronósticos del señor Sánchez, acorralando al señor Torra en su feudo, quizá no hagan sino precipitarlo todo

Parece que don Pedro Sánchez, para su reunión del viernes, lo quiere fiar todo a la suerte, a la baraka, al floreo de Vilhán, a "la música del azar", como lo llama Paul Auster, un escritor aburrido e insustancial entre cuyos méritos, sin embargo, se halla el de poner buenos títulos. Ya le salió bien a don Pedro el asalto a la presidencia del Gobierno, aun sin ser diputado. Y ahora quizá vuelva a tentar la Fortuna, poniendo al señor Torra ante su propia y manifiesta incompetencia, y obligándole a posar junto a él como un ciervo domesticado. Pero, ay, que don Pedro, a lomos de su pimpante egolatría, quizá esté olvidando la egolatría mayúscula, nimbada por un temblor extático, de la que goza don Quim Torra. Con lo cual, si la vanidad celérica del señor Sánchez lo empujó a ser presidente a todo trance, puede que la vanidad del señor Torra lo llame a liberar Cataluña de los liberales, y en consecuencia, a promover una situación incontrolable, en vísperas de la lotería del Gordo.

Quiere esto decir que los cálculos racionales, a veces, carecen de razón alguna (ya lo advertía Pascal: el corazón tiene razones que la razón ignora). De modo y forma que los pronósticos del señor Sánchez, acorralando al señor Torra en su feudo, quizá no hagan sino precipitarlo todo, provocando una tensión dramática e insostenible. ¿Es este el plan, el órdago, el jaque mate con el que el gobierno Sánchez se dirige a Barcelona? Si es así, hay que reconocer que se trata de un plan tan audaz como vertiginoso. Si es de otro modo, si el señor Sánchez marcha hacia allá confiado únicamente en su estrella, puede que tanto él como el señor Torra no hayan calculado bien sus fuerzas y quien triunfe, al cabo, sea el azar; vale decir, la violencia azarosa y errática de las masas. No sabemos qué resultara de este posible encuentro (un encuentro muy poco productivo, nos atrevemos a augurar); pero sí podemos destacar una obviedad, de sobras conocida: la violencia de las masas es impredecible, ingobernable y sangrienta. Con lo cual, uno rogaría al señor Torra que el viernes no se forzara esta baza infausta, dada la mocedad necia y fanatizada que se dispone a destruir su país en nombre de un tribadismo arcaico.

En este sentido, bastaría una llamada al orden del presidente Sánchez a su inferior jerárquico, el president Torra. En caso de desobediencia, ya no habrá ningún lugar para la duda.

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