Crónicas levantiscas

Juan Manuel Marqués Perales

La belicosidad de los extremos

Pasear a Otegi y a Rufián como hombres de Estado provoca arcadas, pero España debe aprobar estos Presupuestos

Alfredo Pérez Rubalcaba se convenció de ello sin no pocos sufrimientos: el final de ETA, medio negociado o semipensionista, como finalmente fue más allá de nuestros relatos bélicos, tenía que hacerse con el PP. La delicadeza extrema del asunto necesitaba del apoyo del otro gran partido, representaba a casi una mitad de España y, por el contrario, su oposición hacía imposible cualquier conversación. Tan pronto como se atisbase un final, el recuerdo de los asesinados se convertía en martirologio. El PP ha sido un poco Jano en estos asuntos, sus gobiernos podían negociar con ETA, llamar Movimiento Nacional de Liberación Vasca a la banda terrorista, acercar a presos, pero en la oposición se volatilizaba su esencia de partido de Estado. Esta aceptación de lo que entonces era el gran partido de la oposición, esta empatía con el contrincante es lo que hace centrista a un partido nacido marxista. Lo mismo puede decirse del PP o de la UCD, construida por jóvenes políticos franquistas. Este consenso subterráneo es lo que no admiten los extremos.

A Vox le molesta mucho -a la derecha quejica le duele casi todo- que le llamen extrema derecha, pero su fundación lleva la palabra disenso como lema. Donald Trump sólo se ha dedicado a polarizar, y Cummings, recientemente dimitido en Downing Street, polarizó tanto a la sociedad británica, metió tan mal rollo que la división se convirtió en una forma natural de ser que le ha llevado a ser expulsado del gabinete de Boris Johnson. Era el Cizaña de Astérix.

No es la derecha, son los extremos. Nada ni nadie representa esta belicosidad como Unidas Podemos y Pablo Iglesias. Otegi, Rufián e Iglesias son el cartel de la radicalidad, puede que de todos ellos, el catalán sea el más pacífico. Otegi fue terrorista e Iglesias viene, biográficamente, de la extrema izquierda que pegaba tiros, y eso se nota. Es de una izquierda que considera que el dinero que se recauda con los impuestos es una incautación de lo robado, que el Estado es una iglesias sagrada, que los creyentes son una partida de supersticiosos y que el objetivo no es gobernar ni ganar, sino vencer.

Esta semana ha tenido sus días gloriosos. Ni el electorado socialista puede aguantar que le paseen a Otegi y Rufián como hombres de Estado, provoca arcadas, el malestar en la calle es muy alto en estos sectores, y no digamos ya entre aquellos que vienen profetizando el final de España desde noviembre de 1975. Pero, estimados, España tiene que aprobar estos Presupuestos, que no son ni de izquierdas ni de derechas, sino muy de centro. Y Pablo rabia.

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