Metafóricamente hablando

Antonia Amate

Abogada

El brazo siniestro de la Ley

Siempre pensé que la justicia no tenía brazos. A diferencia del imaginario popular, que la representa como una figura femenina, con los ojos tapados, mi visión de la misma no era corpórea. La justicia era una especie de ensueño por alcanzar, ante los desmanes que la vida te iba descubriendo cada día. Desmanes de la propia naturaleza, de unas personas contra otras, o entre animales (incluidos los humanos, cómo no). Cuando la gente habla de justicia, lo hace con mayúsculas, como si fuese un concepto inalterable en el espacio y el tiempo. Nada más lejos de la realidad. Este es un concepto voluble, dúctil. Tan acomodaticia, que se asemeja de forma alarmante a quien la invoca en cada momento. Es una constante decepción, ya que muy difícilmente, cuando se imparte satisface a nadie. Todos tenemos opinión, y difiere tanto una de otra, que es absurdo tratar de componer el puzzle. Todos apelan a la justicia para imponer su opinión personal sobre la solución a un problema, que curiosamente, es diametralmente opuesta a la que de su contrario. Cuando los medios de comunicación deciden, por mayoría cualificada, crucificar a alguien, para nada vale el concepto de justicia. Se crea la opinión dando cabida en la noticia a una sola de las múltiples versiones de la realidad, que cambia de color según el prisma con el que se mira. Con lo sencillo que sería hablar simple y llanamente de "aplicación de la ley". Si, ya sé que es más romántico hablar de la "otra", la ley es un concepto frío, falto de emotividad, y así nadie se siente implicado en sus opiniones. La TV se ha convertido en la perfecta aliada de la confusión, no se apela nunca a conceptos jurídicos. Nadie habla de que, lo que se hace en un juicio, no es ni más ni menos que aplicar la ley vigente, sea justa o no. Se condena a personas, movimientos o países, simplemente vendiendo emociones. Veo jóvenes, y menos jóvenes, gritando y destruyendo a su vez, a su "supuestamente amada ciudad", en base a argumentos tan peregrinos como equivocados. Veo a políticos, adultos y formados, diciendo tal serie de insensateces, que solo tienen cabida en mentes primitivas. Y ellos lo saben. Por eso apelan a las emociones o a los sentimientos más profundamente enraizados en ellos. Siento un leve dolor y una rabia aún mayor, cuando veo a un joven español, nacido en una parte integrante de este país, decir que los han ocupado, o que están sometidos, por la otra parte. Y mi rabia se dispara hasta el infinito, cuando veo y escucho a quienes les han inculcado tan peregrinos y falsos conceptos, para pedir una "justicia infinita", que no es más que el negocio de unos pocos, con su sonrisa cínica e imperturbable, viendo como destruyen no solo sus propias ciudades, y esa tierra "presuntamente amada", sino su futuro.

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