Un brindis por los premiados

El premio de este diario a Jesús Peregrín por toda una vida acaso se le queda chico a este hombre

La obligada posposición, por Covid, de la gala de entrega de los Premios de 2020 del Diario de Almería, no excusará que dedique esta columna a reseñar, como procuro cada año, algunas de las referencias apreciadas por el Jurado para la selección final de sus premiados. El premio a Jesús Peregrín por "toda una vida" acaso se le quede chico a este hombre, mortal él, ante la dimensión urbi (almeriense) et orbi (universal) de la ingente obra compasiva que gestiona través de su "Fundación para la cooperación y desarrollo de los pueblos", y que pervivirá quizá por siglos a su fundador. Un premio que es un signo de gratitud por la labor histórica de este otro Jesús, ungido por ese raro don que cantaba Borges de aquel elegido que «desde su nada / sigue erigiendo a Dios con la palabra / Porque el más pródigo amor le fue otorgado / el amor que se entrega sin esperar a ser amado». Un don de entrega, que merece nuestro aplauso a una vida, dedicada a amar al resto de la humanidad. El premio a la Universidad de Mayores, quiere honrar su oferta de titulaciones sin aspiraciones económicas, destinada a quienes desean aprender solo por el afán a saber más. Porque en sus aulas prima la idea de que los estudios, las ciencias y los saberes que se imparten, carecen de sentido utilitarista o dinerario. Y justamente por eso son los estudios más valiosos y llenos de sentido, porque son, como decía el Profesor N. Ordine, un fin en sí mismos, un regalo para el cultivo del espíritu, para el desarrollo cultural de su humanismo y para que, a través de su aprendizaje los mayores exploten su libertad a proyectarse como personas. Una proyección que les hace mejores personas y mejores ciudadanos al resto. Y el premio a la Peña El Taranto, en fin, celebra su esfuerzo por ensalzar el flamenco como expresión simbólica de las emociones humanas y hacerlas puro arte, fraguando sentires populares guitarreaos, cantaos o bailaos entre palmas y quejíos que, más allá del primor estético y del talento local, es ya un arte universal. Así lo certifica la inscripción del flamenco, por derecho, al Patrimonio Cultural Inmaterial de la UNESCO desde el que se gestionan las políticas culturales más representativas del mundo. Un hito al que no es ajeno la Peña El Taranto (ni uno de sus maestros, Antonio Sevillano), cuya labor es todo un orgullo, para la cultura almeriense. Vaya este brindis adelantado y virtual, por ellos.

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