El cañillo

diego martínez

Que buena es la vida en el campo

De vez en cuando voy al pueblo a ver a la familia y tengo que rendirme porque se vive bien en el campo. Da alegría poder comprobar los nuevos brotes de las parras y como salen las hojas de la higuera que luego ofrece en poco tiempo un manjar de higos. Cuando charlo con mi madre y mi padre me recuerdan su vida de tanto trabajo, pero también me dan a entender la felicidad vivida en aquellos años. Está claro que las necesidades de hoy son distintas a las de entonces, pero hay una cosa clara, sin tantos móviles, y sin ningún ordenador, prosperaron y había un contacto directo con los vecinos a diario. Mi madre todavía se sitúa en un tiempo donde cada vecino ofrecía lo que tenía al otro. Las gallinas no paran de poner huevos, pues ahí está ella para ofrecerle huevos a la vecina, mientras está llega con una caja de naranjas. Otros aparecen con tomates y pimientos. Por eso cuando estoy allí, da tiempo a todo, el reloj parece detenerse y hasta comer es más placentero.

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