El callejón del gato

Lo bueno y lo malo del emérito

Hay dos versiones sobre del Rey Emérito que son frecuentes cuando se pregunta por lo que representa su figura

Hay dos versiones sobre del Rey Emérito que son frecuentes cuando se pregunta por lo que representa su figura, según sea el cristal con que se mira. Para unos Juan Carlos I fue una pieza fundamental en la transición al que le debemos pleitesía porque, gracias a su aportación, se alcanzó la democracia en España y no hay más. Para otros es un vividor que no merece reconocimiento alguno por sus trapicheos amorosos y económicos, sin tener en cuenta ninguna otra consideración. Los primeros sólo ven la imagen de un Rey que nos trajo la democracia y los segundos la de un presunto estafador sin mayores contemplaciones. Lo cierto y verdadero es que, si le damos un repaso a su vida, la imagen que apareció en televisión la noche del 23 de febrero poniendo freno al golpe de estado de Tejero, y la del cazador de elefantes en África acompañado de Corina, son de la misma persona. O sea que cuando se trate del Rey Emérito lo lógico es que se tengan en cuenta las dos versiones. Quienes vivimos el 23F, con Tejero dando tiros en el Congreso de los Diputados y los tanques atravesando las calles de Valencia, mentiríamos si dejáramos que no fue un gran alivio la aparición del Rey vestido de militar con todos los atributos castrenses pronunciando un discurso, leve pero eficaz, condenando el golpe de estado. Pero eso no impide que sus negocios sospechosos, a costa del erario público, también ocupen las páginas que corresponda para completar la imagen completa que quedará para la historia. En cuanto a los amoríos, no habrían tenido tanta repercusión si no se hubiesen mezclado con cifras millonarias, según parece. No hace tanto, creo que en al año 2004, se reconoció a Leandro Alfonso de Borbón, como hijo bastardo del Rey Alfonso XIII, sin que ello haya empeorado ni mejorado su figura. Y todos sabemos que la reina Isabel II, que tuvo doce partos misteriosos, era la tatarabuela de Don Juan Carlos, pero sobre su tatarabuelo se albergan serias dudas. Y si es verdad que a Bárbara Rey se le pagó una generosa cantidad de dinero para que callara sus amoríos con el Emérito, me parece un gasto inútil cuando, de haberse sabido, en esta España no le hubiesen restado méritos al monarca, sino todo lo contrario. Cuentan que Luis Miguel Dominguín nada más terminar un revolcón con Ava Gardner, se levanta de la cama y se acicala para salir. La estrella le pregunta: "¿A dónde vas?" Y el torero responde abriendo la puerta: "Pues dónde voy a ir. ¡A contarlo!"

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