En busca del sentido de las cosas

Los conspiranoicos hacen bien en no fiarse de cuanto leen o ven en los distintos medios de comunicación

P ARECE ser una constante, y lo atestiguan la filosofía y las religiones. Saber el porqué de las cosas, el cómo de las cosas y, sobre todo, averiguar si hay algo que se oculta detrás de las cosas. Para eso hay diversos procedimientos: el uso de la razón, el uso de la imaginación y también un "agudo" sentido crítico mezclado con una dosis de ingenuidad y de desmedida autoestima. En este último caso creo que se encuentran los que hoy llaman "conspiranoicos". En principio son de alabar sus ganas de saber, de no conformarse con las apariencias. Pueden tener buenas razones si tenemos en cuenta tantos casos en los que hemos sido y somos víctimas de noticias e informaciones manipuladoras. Por tanto, hacen bien en no fiarse de cuanto ven o leen en los distintos medios de comunicación. Así que, si hemos hablado tanto de educar potenciando el sentido crítico, podríamos pensar que algunos conspiranoicos son fruto de ese tipo de educación. Habiendo sido profesor tantos años y habiéndome propuesto como objetivo educar el sentido crítico, debería sentirme satisfecho. Sin embargo, no puedo decir que me sienta satisfecho porque el de los conspiranoicos es un sentido crítico bastante extraño. Se trata de no admitir lo que se admite generalmente, de rechazar lo que difunden televisiones y periódicos a los que los acusan de estar vendidos a extraños poderes ocultos que tratan de hacerse con el poder del mundo y por eso hay que desenmascararlos y enfrentarse a ellos. Sin embargo, hay algo que desmerece a estos aspectos positivos. Se trata de su actitud a la hora de aceptar lo que consideran las explicaciones posiblemente válidas. En este caso desaparece toda actitud crítica y muestran considerables tragaderas. Son capaces de adherirse a las más rocambolescas de las explicaciones sin ser ponerlas en cuestión ni por un momento. No es solo que desechen lo que podríamos denominar las opiniones autorizadas, las emitidas por personas a las que su formación científica concede crédito; es que son capaces de aceptar opiniones sin padre ni madre, sin datos, sin argumentos, propuestas y difundidas en redes sociales, basadas la mayor parte de las veces en un "a lo mejor…" que luego, sin más ni más, se elevan a posiciones consolidadas. Deberían hacer gala de ese espíritu crítico del que hablé al principio en el siguiente ejemplo: ¿es verdad que se quede pegada una cucharilla en el lugar donde me han puesto la vacuna?

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