Utopías posibles

Si se callase el ruido

El rencor, el miedo y el odio mutuo parecen adueñarse por momentos de ciertas ciudades, ciertas personas...

El ruido inunda las calles. El rencor, el miedo y el odio mutuo parecen adueñarse por momentos de ciertas ciudades, ciertas personas… Nuestra forma de relacionarnos, como sociedad y como individuos se está transformando. El ruido mediático provoca, alimenta y extiende el ruido de la calle. En esta época de hipersaturación de la información, nos llegan mil imágenes apocalípticas de Cataluña. Ecuador y el Kurdistán no aparecen demasiado en los medios (por algo será), a pesar de la gravedad de sus conflictos. El Mar Menor se pudre lentamente, y nuestros mayores siguen luchando por nosotros, como hicieron durante toda su vida, pero parece que todos los males del mundo se concentran en Cataluña. Ante esto, ¿cómo debe actuar la escuela? O quizá cabría una pregunta previa: ¿debe actuar? ¿tiene algo que decir? ¿se deben tratar estos temas? Algunas personas pensarán que no, que opinar en uno u otro sentido sería "adoctrinar" (esa palabra maldita), y que la escuela tiene que limitarse a enseñar la historia de los griegos, los logaritmos, la fórmula del amoniaco, Bach, Nietzsche y la Catedral de Burgos. Y nada más. Pero si hacemos esto, luego no nos extrañemos de que cada vez tengamos una sociedad más y más polarizada, crispada, a merced de lo último que aparece en el telediario, el "influencer" de turno, o la manipulación interesada, pagada (y probada) de los amos del mundo (grandes corporaciones y empresas). No debe extrañarnos que sea en el circo romano de las redes sociales y la falsa democracia de Internet donde se formen opiniones cada vez más enfrentadas, destructivas y alejadas de cualquier posibilidad de conciliación o diálogo.

Nuestra normativa educativa incluye, desde 2006, la competencia social y cívica. Hay que dar herramientas para entender el mundo actual. En este sentido, una de las funciones principales de la escuela debe ser minimizar el ruido de las calles, el de la política de tercera división que venimos viviendo, el de un sistema pensado para el desacuerdo… y que predominen los argumentos serios, serenos y el diálogo constructivo, con una fe incondicional en la esperanza y la búsqueda de alternativas. Como dice Ismael Serrano en una de sus innumerables grandes canciones, "si se callase el ruido, oirías la lluvia caer, limpiando la ciudad de espectros […], quizás entenderías que nos queda la esperanza". Y es que siempre nos queda la esperanza.

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