Nada cambia mientras el resto lo hace

¿De verdad esta situación no tiene la entidad suficiente para aceptar el papel que el destino nos tenía reservado y cooperar con el Gobierno?

Honestidad, humanidad, celeridad y eficacia son factores imprescindibles para afrontar una situación social crítica y que aseguran que, entre los ciudadanos y sus dirigentes, se de el nivel de cohesión necesario para que, como leemos en la brillante obra "El arte de la guerra", "el pueblo acuda a la vida como a la muerte sin temer el peligro".

Pero en lugar de todo lo anterior, lo que, mayoritariamente, hemos visto en este país desde que esta amenaza natural tomó cuerpo ha sido más de lo que se había convertido en nuestra normalidad: Deslealtad y cainismo enmarcando un Estado ingobernable.

Porque nos ha faltado honestidad de la que dice a quien la quiere escuchar que esta enfermedad no es culpa de nadie, que no podemos controlarla y que nos ha pillado con el monedero casi vacío; humanidad de la que se identifica con la fragilidad propia del ser humano y busca compensarla; celeridad de la que exige la atención a quien ha sufrido un severo golpe; y eficacia de la que resulta de considerar que las leyes están al servicio del hombre, no al contrario, y de gestionar las urgencias de lo público asumiendo la responsabilidad que pudiera llegar de tal consideración.

¿De verdad esta situación no tiene la entidad suficiente para aceptar el papel que el destino nos tenía reservado y cooperar con la Presidencia del Gobierno desde ese lugar?. ¿De verdad esta situación no tiene la envergadura suficiente para asumir las responsabilidades sociales del cargo que se ostente?. ¿De verdad esta situación no es lo suficientemente dramática para mostrarle al pueblo que sus dirigentes están ahí para luchar como si fueran uno cada vez que sea necesario?. ¿De verdad esta situación es el momento para exigir hablar de lo de uno?. ¿De verdad esta situación es el momento de demostrar que las competencias autonómicas se quieren para ostentar poder pero no para ejercerlo? y, en definitiva, ¿de verdad esta situación no es tan excepcional como para tener un comportamiento excepcional?. Y así, mientras las respuestas a todos esas preguntas se van apuntando en los diarios de la historia, mirar a este pueblo es ver a un pueblo sumido en el temor: Temor a enfermar, a que los servicios sanitarios fallen, a perder su fuente de ingresos, a tener que renunciar a sus proyectos de vida, a no poder conciliar las obligaciones laborales con las necesidades familiares, a no poder hacer todo cuanto esté en su mano para proteger a los suyos, a no encontrar amparo en el Estado o a encontrarlo frente a él en lugar de a su lado, a que esta sea la lucha más larga de su vida y que la batalla le consuma las fuerzas.

Acabo con otra frase de aquella obra: "Recorrer mil millas sin fatiga depende de lo que hagas por lugares en los que no hay enemigos", así que estaría bien empezar por procurar contar con un buen número de esos lugares.

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