Carta del Director/Luz de cobre

El campo, muchos costes, pocos beneficios

A poco que escarbes en el mundo rural encuentras un paisaje desolador, pesimista y olvidado

Al margen del acuerdo al que han llegado los transportistas y el Gobierno para poner fin a la huelga que en los últimos días ha amenazado con romper la cadena de suministro, subyace larvado un malestar creciente en los últimos años que ahora, cuando pintan bastos, se manifiesta en toda su extensión. Y es que a poco que escarbes en el mundo rural encuentras un paisaje desolador, pesimista y olvidado, en el que aquellos que son capaces de producir para que cuando nos sentamos a la mesa comamos sin preguntar de dónde viene todo, perciban la distancia y el desapego de aquellos que nos gobiernan.

Hace unos días tuve la oportunidad de charlar un rato Manuel. Un pastor autónomo que lleva toda la vida malviviendo de las ovejas, de los corderos y de la leche que producen. Más mal que bien, ha ido capeando una crisis tras otra hasta que ha dicho basta. Curtido por el sol, las manos encallecidas y las botas gastadas de patear el monte en busca de pastos para el ganado, me miraba con ojos de venir de vuelta de todo, derrotado, y afirmaba con rotundidad: "Mira, hace cuarenta años pagaban por un borrego cinco mil pesetas. Te hablo de los años ochenta. Ahora, en 2022, el precio del cordero es el mismo, treinta euros. ¿Cómo pretende alguien que cuatro décadas después el campo sobreviva con ingresos desfasados y alejados de la realidad?"

Esta es la imagen de un mundo rural olvidado. Un mundo en el que cualquier cultivo se ha ido arrinconando por la nula rentabilidad, en favor de la llegada de productos de otros lugares, con seguridad más baratos, que han transformado miles y miles de hectáreas en yermas. Tierras en las que a poco que te des una vuelta por los pueblos de interior, aún permanecen los restos de lo que un día fueron labores rentables y hoy sólo campo baldío.

La realidad es tozuda y se confirma con ejemplos. La Almería de interior conserva uno de los bosques de olivares más interesantes de Andalucía. En la última década una gran parte de esa masa arbórea, otrora rica y próspera, o está seca y abandonada o ha sido arrancada para leña. Y es que el kilo de aceituna nunca ha sobrepasado los 65 céntimos el kilo en este tiempo y sólo una hora de agua se paga a 25 euros. ¿Quién es capaz de soportar estos costes?, se queja con amargura Juan Hernández, mientras tala su plantación. "Eran de mi padre y aunque me cueste el dinero voy a tratar de mantenerla. Mis ingresos llegan por otras vías". La agricultura intensiva no pasa por los mejores momentos. Aunque se vive un año razonablemente bueno, los costes se han disparado acabando de un plumazo con el margen de beneficio de un sector que ha sido capaz de situarnos en la vanguardia europea. Y aún así, aunque muchos de ustedes no lo crean, todavía hay quiénes se preguntan los motivos de la protesta.

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