Opinión

Rafael Lázaro

Escritor

El Estado canalla

La sociedad, los ciudadanos debemos exigir la expulsión del Estado de nuestros derechos individuales como persona

No es una exageración. No es un exabrupto, es la constatación, definición y calificación acertada de lo que un estado, el todopoderoso estado, sin alma, sin sentimientos es capaz de ser.

Canalla, es decir, ruin y despreciable es el estado que ordena la muerte de un niño; ese mismo estado y esos mismos tribunales que se dicen de derechos humanos, ¡hipócritas!, que presumen de velar por el bien de la humanidad, de los débiles, de los indefensos, de los desamparados. Esos tribunales, políticos y funcionarios, ebrios de soberbia que deciden quien ha de vivir y quien ha de morir. Esos políticos, funcionarios y jueces que pisotean los derechos de unos padres a ver, acariciar, sentir el aliento y llenar de dulces besos a su hijo. Todos esos son el estado opresor de la voluntad individual más sagrada que es el derecho a vivir.

Dicen los desvergonzados que es por el bien del niño. Díganme, ¿Qué bien se encuentra en la muerte? ¿Qué bien en la destrucción de una vida que late sin sufrimiento alguno? ¿Qué bien en la desesperación de unos padres a quienes les arrebatan siquiera un segundo de vida de su hijo? Sólo por un segundo más de vida, por un segundo más de caricias, por un segundo más de calor, merecería la pena el mayor de los esfuerzos.

El estado tiránico, el todopoderoso estado ya no se conforma con disponer de nuestras haciendas, con moldear nuestras conciencias, con imponernos sus conveniencias, con aniquilarnos como individuos. Quiere más y más. Se ha convertido en un ogro depredador, nada le sacia. Ahora ya va a por nuestras vidas. Hoy es un niño inocente e indefenso porque está enfermo y dicen que no tiene cura. Mañana será un anciano decrépito y quien sabe si dentro de no mucho tiempo, un deforme, un tarado mental o cualquiera otro que se considere un estorbo. La puerta ha sido abierta a la arbitrariedad y la ha abierto el monstruo del estado que todo lo devora y todo lo domina.

La sociedad, los ciudadanos debemos exigir la expulsión del estado de nuestros derechos individuales como persona. Debemos exigir que se limite a facilitarnos la vida, que no se inmiscuya hasta el tuétano en nuestros sentimientos, que no nos adoctrine, que no sustituya la patria potestad por la potestad estatal. En una palabra que adelgace en ideología y que si no es capaz de generar sentimientos de misericordia, al menos que nos lo permita a los demás.

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