Los canapés

Caminaba sola. Bajo un cielo gris y lluvioso. Los labios apretados, conteniendo su boca un torbellino de besos retenidosJLos canapés son muy importantes en los eventos y los eventos son importantes en las personas

Los canapés son importantes en los eventos y los eventos son importantes en las personas. Sin eventos no hay sociedad. Sin foros, sin presentaciones, sin galas, sin quedadas, sin actos, sin conferencias. Y en todos, los elementos comunes son los canapés. Qué es un brunch sino un canapé remilgado y foráneo. Una gala es un evento donde se hace gala de cosas como el no saber vestir, la desorganización, los asientos reservados para las personalidades, el gallinero para la plebe. El ridículo convive con las fraternidades amigables y casposas que vamos arrastrando como una pesada cadena que cada vez es más larga y oxidada. En los rostros de los que van demasiado bien vestidos y de los que van pésimamente mal vestidos se notan los trallazos y las heridas del tiempo. En todos los canapés el aire acondicionado es ese lucifer con alas que nos hace sentir su infierno de desprecio en los poros o nos hace temblar en el mundo glacial de las sonrisas y las chaquetas que sobran o que faltan. Veo a los políticos triunfantes y nunca desencripto su enigma, cómo siempre, en verano, en invierno, con o sin aire acondicionado, vengan de donde vengan o vayan a donde vayan su impecable saber estar nunca rezuma una arruga o una gota de sudor con su traje intemporal que sirve tanto para las cálidas sabanas como para los gélidos árticos. Su corbata perfecta y su camisa que nunca se sale de la cintura, como si estuviese impresa en la piel o el tramposo botón de la chaqueta ad hoc para conseguir la perfección. Como el aire acondicionado, el canapé perfecto no existe o yo nunca lo he visto. He visto trozos de mendrugo de pan con rodajas de chorizo y especialidades culinarias raras e indescifrables. He visto litronas de cerveza a morro o vaso de plástico y finas copas de cristal con champán del que nunca sabré si era caro o barato yo que no sé distinguir el lujo de la mediocridad en la comida y en la bebida porque soy el antigourmet. Y el vino, he pasado de que me gusten algunos vinos a no gustarme nada, sólo el agua fría y el café. Abracé con fruición los canapés hasta darme cuenta de que son tan falsos como necesarios para la sociedad porque la sociedad necesita mentiras con forma de canapé y discursos para pensar que participas de algo importante aunque tras las luces que iluminan la platea la voracidad reclama con ansia de hambre de posguerra el ignoto, el mundano, el necesario canapé.

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