La casa de Eugenio Hermoso

Fregenal de la Sierra, en Badajoz, es un hermosísimo y monumental pueblo espléndidamente vonservado

F REGENAL de la Sierra, en Badajoz, es un hermosísimo y monumental pueblo espléndidamente conservado, sin desnaturalizar, como un acorde puro que define a la perfección una tipología específica e identificable. En sus orígenes, un castillo templario medieval que en su patio alberga hoy una espectacular plaza de toros construida en el siglo XVIII y junto a él una notable iglesia gótica con deslumbrante retablo renacentista. Pasear por las calles de Fregenal, mantenidas con esmero, plagadas de casas solariegas y otras muchas de humilde condición, es un deleite, un emocionante disfrute estético. Allí nos dirigimos el pasado fin de semana para visitar una de esas casas solariegas, la que en su día habitó Eugenio Hermoso, el gran pintor extremeño -natural de esta villa- de la primera mitad del siglo XX. Hermoso fue uno de los artistas españoles más celebrados de su época. Su pintura, de un realismo simbolista con acentos primitivistas y esenciales, se centra en las gentes y paisajes de su tierra, con un carácter muy depurado y expresivo. La casa donde vivió y trabajó, siempre que volvía de Madrid a refugiarse en su pueblo, está habitada hoy por un familiar suyo que muy amablemente nos abrió sus puertas. Hace años que no ha podido materializarse aún, por motivos que no vienen al caso airear aquí ahora, su apertura al público como casa-museo, pero se está, al parecer, en el camino y muy pronto será una realidad. Entrar en esa casa es una experiencia maravillosa, pues es un lugar detenido en el tiempo, con las estancias tal cual las dejó el pintor. Los mismos cuadros colgados en las mismas paredes, los muebles en su sitio exacto... en fin, una cierta decrepitud que el paso del tiempo ha propiciado y que repercute muy negativamente en la consrvación de las obras -unas doscientas-, que no se encuentran en buen estado y necesitarían un repaso urgente. Pese a todo, acceder a un lugar así es una oportunidad única, pues toda musealización, por muy fiel que pretenda ser al espíritu original del inmueble y del autor, conlleva siempre unas instalaciones que alteran el aura y autenticidad originales. El mayor impacto es el taller del pintor, en la planta superior. Sus caballetes, sus cuadros y sus utensilios... y la luz de las ventanas, que dibuja un lugar mágico simbólico, el mismo de su pintura.

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