La cuarta pared

La casa de frodo

Cuando enfocamos cualquier cosa, desenfocamos el resto. Y ese desenfoque es el que realmente te hace saber y sentir dónde estás

Frodo Bolsón tiene una casa muy peculiar. Gracias a la "Comunidad del Anillo" podemos verla por dentro como espectadores. Entramos en su hogar lleno de cachivaches y cosas. Nos sumergimos en su interior sutilmente influenciado por el movimiento Arts and Crafts, que hace de los detalles y grabados su seña de identidad. Gracias a un magnífico guión, nuestros ojos apenas se paran un segundo para enfocar los muebles, la cubertería o las vasijas. Pero sin embargo, nuestra visión periférica le da un sentido a todo y consigue trasmitirnos cómo es su casa, qué objetos tiene, incluso intuimos la cotidiana forma de vida de un hobbit. Todo gracias a una magnífica ambientación a la que no se le dedica ni un segundo, no hace falta. No necesitamos una cámara lenta de un vaso volando. Oír hablar a Gandalf e intuir de fondo como es la ventana, es lo que realmente nos aporta información. Las emociones son menos tangibles incluso de lo que ya las consideramos, piensas que es la voz de tu cantante favorito lo que te gusta de una canción pero realmente hay un violonchelo detrás de todos los sonidos y es justo el que, sin ni siquiera saberlo, llega a tu corazón. Esta manera háptica de percibir el entorno es parte inalienable de nosotros mismos. Y es extrapolable a nuestra forma de pensar, al mundo de las ideas. Es aquí por donde se mueve nuestro pensamiento creativo que normalmente no está enfocado, es sólo una nube de puntos en nuestra mente que no podemos agarrar, ni siquiera podemos llegar apenas a identificar. Un conjunto de ideas, de referencias, de símbolos y condicionantes que navegan por nuestro cerebro como una mosca que sobrevuela el cristal de una ventana pero que nunca abandona la casa hasta que le pegas un manotazo y la echas a volar a la calle. A veces necesitamos ese manotazo pero a veces no está mal permanecer un poco más en esa indefinición. Ya que nos proporciona ambigüedad, nos mantiene con todos los sentidos alerta, permanecemos abiertos a incorporar o desechar ideas tan rápido como pestañeamos. Cuando enfocamos cualquier cosa, desenfocamos el resto. Y ese desenfoque es el que realmente te hace saber y sentir dónde estás. ¿El edificio tiene forma de huevo o de cohete? ¿La estructura de hormigón o de acero? ¿Por qué no de madera? Tienes que tomar decisiones, tienes que distribuir la casa, elegir el color de las paredes, tienes que definir donde va la ventana, a que altura, de qué tamaño, ¿es necesario una ventana? Decide, decide, decide. Si ponemos el techo como estás pensando, lo tienes que decidir ahora mismo, que me cierran la ferretería.

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