Cambio de sentido

La casa por la ventana

Menos Marie Kondo y más aprender de nuestras abuelas y sus métodos de reciclar, ordenar y honrar a dioses lares

Mientras duran las mudanzas nos crece a los lados el vértigo, se levanta el polvo en la memoria, comparecen los cacharros: cosas de otras épocas de la vida, sepultadas en el fondo del armario, ropas olvidadas, regalos imposibles, rimeros de libros, venenos caducados. Los objetos hablan, suelen ser sinceros; en el eco de la habitación vacía resuenan desde el cerco que dejaron. Al estremecer los enseres, algo por dentro también se mueve. Empujo la alacena, y vértebras y travesaños crujen a un tiempo. La noche anterior a deshacernos de la cama conviene abrir una botella de vino para brindar con ella y agradecerle todos los sueños, las fiebres, los gozos, las lágrimas, el temblor y la molicie que ha acogido. Conviene estrellar contra el suelo el plato que te trae malos recuerdos. Conviene dejarse ayudar por una amiga. Conviene esto, conviene lo otro, blablablá: conviene hacer las cosas estrictamente a tu manera. Como si el tiempo se hubiera gastado mucho por un filo, llegar al espacio nuevo o renovado tiene algo de pasar página o cambiar de pantalla. Sospecho que los nómadas hallan su casa en cada paso.

Viene todo esto a propósito del furor desnervado que ha levantado Marie Kondo, una señora que se está inflando de vender libros del método Konmari, vamos, sobre cómo ordenar la casa. Le va muy bien eso de ser japo; lo mismo que ella dice (y nos parece zen) lo dice mi madre y suena a maniática total de la limpieza. La organización personal se ha convertido en un método de autoayuda. Orden en serie para objetos en serie: en algún punto nos hemos perdido si tienen que venir a decirnos hasta cómo tenemos que negociar con nuestro propio caos. Hay un conocimiento antiguo y popular en torno a cómo orientar la casa o la cama, guardar el fuego, tener sólo lo básico y/o primoroso, caldear o refrescar los alimentos y los cuartos, guardar frutos en los trojes, saludar a los dioses lares, ayudarse entre vecinas, sacarle a la blusa de la sisa, reciclar la basura. No hablo de feng shui y menos de sucedáneos falsos y comercializables. Hablo de la sabiduría que atesoran nuestras abuelas en su domus, ésas que no entienden este gastoserío de comprar y tirar tanto. El mismo modelo que nos dice "Sé feliz, compra, entrámpate, te lo llevamos a casa", nos dice "Sé feliz, deshazte de lo viejo. Haz sitio para volver a acumular". Lo sabemos: ese orden -que es refugio contra la incertidumbre, y a veces viene bien poner patas arriba- no nos hará conocer la armonía.

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