Un cascarón vacío

No hay ningún cartel en la puerta que indique por dónde van a ir los tiros

Alguién está promocionando la idea de "entrada libre". Se trata de un edificio que aparenta ser enorme pero que no muestra en su frontispicio ningún cartel, ningún nombre. Solo una enorme fotografía de alguien que, sonriente, aparenta ser benévolo. Pero contra lo que ponen las invitaciones al uso, en ésta no se pone eso de "hasta completar aforo". Es como si se tratara de un local con paredes elásticas que se van ensanchando según entran (al menos eso quieren) más y más personas. No hay ningún requisito para entrar. Basta con querer. Modificando adecuadamente la cita evangélica, "en casa de este padre hay una morada muy grande". Y si seguimos con el Nuevo Testamento, el inspirador de esa invitación parece decir aquello de "venid a mí los que estáis atribulados que yo os aliviaré". Parece que se trata de un nuevo Mesías que tiene como último objetivo llevar a Andalucía a la tierra prometida, liberándola de los que antes fueron sus funestos faraones. El problema será qué es lo que habrá que hacer una vez dentro de la mansión, qué pintarán todos los que se consideren moradores. Porque a lo mejor, dada la heterogeneidad de los que entraran ese ámbito puede mostrarse algo así como el arca de Noé. Allí habría carnívoros y herbívoros e ictívoros, y por supuesto, omnívoros, con tendencias claramente dispares. ¿Cómo podría haber paz entre ellos? ¿Qué direcciones serían las prioritarias? Eso sería bastante más fácil si antes de entrar en ese amplio espacio alguien hubiera dictado algún tipo de reglas que limitarían los movimientos. No había ningún cartel en la puerta que indicara al menos en líneas generales por dónde van a ir los tiros. Porque si estuviera escrito en el frontispicio de qué se trataba, entonces no todos podrían entrar o no se decidirían a entrar. Solo la imagen del nuevo líder campea como si su figura fuera más que suficiente para animar a los que pasan por delante. Eso significa que nada hay que ponga coto o que establezca algún tipo de líneas generales sobre qué dirección tomarían las actividades. Por lo que, una vez que hayas entrado, y si quieres ser consecuente dados los preliminares, quedarás inerme y a la merced del líder. Es como si estuvieras firmando un cheque en blanco a su favor. Es la vuelta de liderazgos incontrolados. Aunque, cualquiera sabe, quizá se trate de algo que no haya desaparecido del mapa de nuestras vidas.

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