La caza y los centros educativos

Nos estamos pasando con esto de meter en la educación todo tipo de contenidos

Frío amanecer. Una aurora tenue despunta entre los montes. La neblina, fría y espesa, sube de la tierra. Acariciando las hojas de los olivos, baila con el aire seco y cortante de la alborada. Aroma de café recién hecho. Buen desayuno. Chalecos verdes y botas de montería. Sombreros, echarpes y cananas. Escopetas al brazo. Inquietos, los perros ladran. Saben que su momento de gloria corre cerca. Andar campo a través, apostarse, aguardar, disparar. Cómo no vas a fiarte de alguien que ha disparado junto a ti. Sana convivialidad. Un puchero borbolleante llena de laurel, romero, tomillo y albahaca la carne recién cobrada, el aire y el alma. Al fondo, los todoterrenos esperan con metálico silencio. Cuando leo que se va a promocionar la caza en los centros educativos, reconozco que me inunda una oleada de pensamientos de todo tipo. Para empezar, diré que me parece que ya nos estamos pasando con esto de colocar en la educación todo tipo de contenidos: los centros están para formar al alumnado y darle las herramientas que necesita para ser progresivamente autónomos, seguir estudiando o, llegado el momento, buscarse la vida en el zoco de trabajo. De otro lado, me parece incoherente odiar o perseguir la actividad de la caza y no ser vegetariano, negarse a matar uno su propia comida y aceptar la existencia de granjas. Hay más: no entiendo que se promocione la caza y se olvide que también existe la pesca. ¿Sólo la caza? Quizá se trate de un episodio más de la eterna distancia entre la Andalucía de cortijo y la de costa, entre los que creen en el alma interior y cerrada y los que, por no tener la vista sometida a la tiranía de un horizonte terrestre, tienen miras más amplias. La clásica diferencia entre la Andalucía de los que mandan y de los que pagan. Si se la introduce en los centros educativos, será porque la cultura de la caza transmite valores y contenidos, enseñanzas y destrezas. Debe de ser algo distinto de la pesca, a la que no se menciona por ningún lado: pescar en un río, en la costa o en una barca es una actividad de grupos reducidos; pescar bajo el agua es una actividad solitaria. Salir a cazar la propia comida no pide grupos grandes. Las partidas de caza son otra cosa: reviven los campos, dan trabajo, restablecen la jerarquía natural de la sociedad. Fomentemos la montería y, ya puestos, empleemos a gente como Paco y Azarías, los santos inocentes. Milana bonita.

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