El PSOE no va a cerrar bien su congreso. Aunque después de las elecciones primarias, debiera venir la calma, se otea marejadilla con tendencia a marejada. La gente de Pedro Sánchez quiere seguir en la batalla, arrebatando los territorios a los barones que no han rendido pleitesía al vencedor, Susana Díaz incluida. No hay paz aún. Los valencianos le quitarán la Secretaría General a Ximo Puig, aunque éste salga debilitado sin remedio para seguir en la Presidencia de la Generalitat. "Esto va ser muy duro", me confiesa un pedrista andaluz. Guillermo Fernández Vara y Patxi López lo han entendido, ya están con el secretario general, pero los susanistas andaluces han planteado una batalla invisible desde el absentismo, vamos de turismo a Madrid, fingen con un sí a todo lo que diga Pedro, como Zapatero y Rubalcaba, que estuvieron pero como de cuerpo presente, o como Felipe, que siempre lo andan llamando desde Latinoamérica para no asistir a lo importante: hay aceptación del resultado, pero no integración. El PSOE andaluz no es un PSC de soberanía compartida, ni siquiera es una baronía, es el alma vital del partido, el que gana, pero tampoco es de Susana Díaz, como no lo fue de Chaves ni de Griñán, es de sus militantes y de un electorado que, década tras década, le ha apoyado. Esta batalla cainita va a seguir por mucho tiempo.

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