La ciclista del Campillo

En su obra son evidentes los ecos de la modernidad novecentista española y de la vanguardia figurativa italiana

La incorporación de sesenta obras -cuarenta esculturas y veinte dibujos- que repasan toda la trayectoria artística de Antonio Campillo a nuestro museo de Olula es un hito histórico cultural para la provincia. De una parte, se refuerzan los vínculos con la vecina región de Murcia -con la que tantas similitudes tenemos- y de otra, se hace de la mano de uno de sus artistas contemporáneos más importantes, un histórico de la vanguardia española. Antonio Campillo Párraga (1926 - 2009) es el más destacado escultor murciano de la segunda mitad del siglo XX. Se forma con Juan González Moreno en su tierra natal y en la Escuela de Bellas Artes de San Fernando de Madrid, donde al finalizar sus estudios en 1952 recibe el Premio Fin de Carrera de talla en piedra. En su primera época como escultor recibe numerosos encargos religiosos. Su obra evoluciona pronto hacia un lenguaje figurativo personal, de volúmenes simplificados y contundentes, que aúna tradición y vanguardia. De 1969 es su Venus en bicicleta, obra emblemática por la que recibe el Premio Nacional Salzillo. Fue profesor de modelado en la Escuela de Artes de Córdoba entre 1966 y 1971 y desde 1977 hasta su jubilación en la de Madrid. Al final de su carrera recibió múltiples reconocimientos en su región, donde se le dedicó un museo en Ceutí. Su obra está repartida por medio mundo, entre museos y colecciones privadas. Artista honesto y autoexigente, creó varias tipologías figurativas, destacando las consagradas a la mujer murciana, de enorme plenitud expresiva, gracia y fino humor. En su obra son evidentes los ecos de la modernidad novecentista española y de la vanguardia figurativa italiana provenientes de figuras como Marini o Manzú. De entre todas sus inolvidables figuras destaca la ya citada Venus en bicicleta, pues condensa como ninguna las bondades de su depurado lenguaje figurativo. Hay en esta joven ciclista un movimiento congelado, eterno e intemporal, que nos remite a la quintaesencia del Mediterráneo. En realidad se trata de una bañista que vuelve de la playa o se dirige a ella. Escultura de bellísimas líneas y volúmenes precisos, exactos y muy meditados, está dotada de un equilibrio y armonía verdaderamente admirables. Expresa con total eficacia la plenitud de la juventud y el vitalismo de una humanidad que habita la tierra más grata y saludable del planeta. Un verdadero placer.

MÁS ARTÍCULOS DE OPINIÓN Ir a la sección Opinión »

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios