La ciencia y nuestras prisas

Cuando esto pase, "saldremos a la calle toro del corral": se nos va a olvidar que hay que invertir en Investigación básica

Alguna vez ya he compartido con todos ustedes que, después de ser campeones por selecciones nacionales en el Mundial de 2010, ya no volveríamos a ser seleccionadores de fútbol en ninguna barra de bar; pero lo que nunca dejaremos de ser es presidentes de gobierno, ni especialistas en virus pandémicos. Nos debe pasar con estas dos cuestiones como con la del carné de conducir: no sólo lo obtenemos, sino que además terminamos siendo grandes especialistas al volante, capaces a la vez de conducir con maestría e insultar a quien molesta nuestro soberbio saber hacer.

Hace ya tiempo que el mono de feria al que darle los castañetazos dejó de ser Fernando Simón: persona que puso de manifiesto cómo las Ciencias siempre explicarán por qué han ocurrido los sucesos acaecidos, mientras que sólo algunas veces predecirán los sucesos que han de acontecer; sobre todo, cuando en ellos interviene el factor humano. Y es que, igual que las encuestas determinan el sentido de nuestro voto modulándolo respecto a la votación anterior, el discurso científico también será seguido o rechazado en función de nuestras creencias y prejuicios ya formados respecto del informante. "En función de cómo me caiga el fulano de turno, así yo ya…", como diría aquel.

Del mismo modo ha de ser interpretada la comprensión de lo que está ocurriendo con el rechazo a las vacunas de una marca determinada. Decimos que es "porque anuncian que tiene casos de muerte". A ver, ¿no bastaría para calmar nuestro desasosiego con que nos preguntásemos cuántas muertes ha evitado ya cada una de esas vacunas que se han puesto? Se trata de una lotería inversa, aquí el Gordo es la muerte. Cierto; pero sigue siendo muchísimo menor la probabilidad de morir a consecuencia de la vacuna que por contagio del coronavirus. ¿Te parece poco? Y es que usamos los argumentos (también los científicos) según le interese a nuestro deseo. No esperamos de la Ciencia que haga su trabajo, sino una respuesta inmediata a nuestros deseos. Y eso, queridos lectores, es imposible. Y no sólo es así de triste, sino que lleva consigo el que cuando todo esto pase, "saldremos a la calle (incluidos los que ahora sólo salimos a por pan) como toro del corral": se nos va a olvidar que hay que invertir en Investigación. Y esa es la cuestión: urge un crecimiento de la inversión pública para el Saber, en investigación básica, más allá de unos intereses coyunturales.

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