Pues claro que es política

La política trata de elegir entre varias soluciones siguiendo un sistema de valores

Estoy en deuda con este periódico porque hace un tiempo prometí explicar qué entiendo por "política". En aquel artículo me centré en deslindar la política de lo que consideraba que no lo era. Y no lo he hecho hasta el momento. Pero una manifestación que tuvo lugar en Madrid hace pocos días en defensa de los derechos del agua me viene como anillo al dedo. Allí exclamaba la exclamación de la Consejera de Agricultura que calificaba la decisión del gobierno diciendo: "¡Esto es política!". Creo que ella lo tenía muy claro y tiene toda la razón. ¡Pues claro que es política! Lo que ya no comparto es lo que quizá subyaga a su afirmación. Es mi interpretación personal, pero con esa afirmación rotunda está descalificando la decisión del Gobierno de limitar los envíos de agua a través del trasvase. Yo voy a utilizarla para aclarar qué entiendo por "decisiones políticas". Me ayudará una segunda aseveración de Carmen Crespo. Decía ella que no había evidencia o conclusión científica que determinara la decisión del ministerio de Teresa Ribera. ¿Qué querría decir con eso? ¿Tal vez que la ministra podría tomar una decisión solo si la determinaba la ciencia? Si fuera así, ¿qué falta harían los políticos? Solo necesitaríamos un conjunto de científicos que decidirían todo lo que habría que hacer en cada caso. Pero eso se apoya en una curiosa suposición: los problemas que se plantean los humanos tienen una ÚNICA solución y es la que determinan los científicos. Se trata de una visión harto miope, porque nuestros problemas suelen tener varias soluciones que, lamentablemente, tienen distintos beneficiados y perjudicados. La política trata de elegir entre las varias soluciones tomando como criterio un cierto sistema de valores, propios del partido en el poder. Es justo y necesario que sus determinaciones estén guiadas por informaciones científicas. Pero, por ejemplo, en el problema del trasvase, objeto de aquella manifestación, hay una tensión entre dos intereses: el beneficio de los regantes almerienses, por una parte, y los beneficios de los regantes del Tajo, más los derechos del medio ambiente, por otra. ¿Sería posible una solución salomónica? Las ciencias (empíricas, jurídicas y sociales) informan de daños y beneficios para cada una de las partes. Y ahí entran los políticos: ver esas consecuencias y decidir para minimizar el daño y obtener los máximos beneficios. Que acierten o no, eso ya es otro asunto.

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