La compostura del adorno

La compostura del adorno / Juan Antonio Muñoz Muñoz

El adorno es, principalmente, cuestión de gustos –cuyo libro siempre está abierto e inacabado– y propósito de hermosear las cosas –y las personas– para su mejor parecer. A veces se usa, a tal fin, una extravagante provisión de ornamentos y atavíos, y por eso desacostumbrados o extraños, de modo que la rareza haga de la compostura algo en exceso peculiar u original. Con más frecuencia, el adorno tiene ver con el aderezo y el afeite, a fin de embellecer la apariencia, aunque entonces quepa asimismo la demasía cuando se trata de emperejilar, danto profusión y esmero al adorno, para que la presencia reclame con el arreglo. Y no faltan señaladas muestras del desaliño, sea producto del abandono y del descuido o de la disimulada intención, cuando la compostura no contribuye o responde al aderezo, si bien con ello pueda buscarse otra singular forma de ornato. El adorno de este blanqueado muro más bien responde a los sencillos y populares arreos con que se hermosean las domésticas cercanías del vivir. Y la originalidad es ajena a la rareza, como no sea la de levantar unas sillas del suelo y acomodar en ellas las plantas, para que así resulte atractiva la compostura del adorno y satisfaga con deleite la contemplación.

MÁS ARTÍCULOS DE OPINIÓN Ir a la sección Opinión »

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios