El callejón del gato

La consigna

Es como si los políticos no tuvieran ideas propias y les tuvieran que aleccionar con frases hechas

No hay cosa más estúpida que los guiones con los que nos agobian los partidos políticos para descalificar al adversario. Me refiero a esos argumentos prefabricados por alguna lumbrera que se repiten hasta la saciedad cada vez que a un representante disciplinado le colocan un micrófono delante. Es como si los políticos no tuvieran ideas propias y les tuvieran que aleccionar con frases hechas para que las emitan cuando se les presente la ocasión de intervenir en un mitin, una tertulia o cosa que se parezca. Y lo peor del caso es que, por regla general, la preceptiva soflama no consiste en mostrar los méritos propios para captar el voto de la audiencia, sino en acusar al adversario del comportamiento más reprochable posible. Dicha práctica ha sido utilizada por todas las formaciones políticas, pero nunca como ahora, con las elecciones generales previstas para el 28 de este mes, nos han machacando los oídos con una monserga tan cansina como la que vamos a tener que soportar hasta el día que nos acerquemos a las urnas para votar al próximo gobierno. Me refiero a la retahíla de "Bildu, los filoetarras, los independentistas que quieren romper España, Otegui…" que los representantes del tripartito de la derecha sueltan por su boca cada vez que tienen ocasión de dirigirse al personal. Resulta que los diputados de los partidos separatistas votaron a favor de la moción de censura que propició la investidura de Pedro Sánchez y, al parecer, según ellos, el Presidente tendría que haber renunciado al recibir tales apoyos. A partir de ese día, ya se les puede preguntar por sus propuestas sobre la educación, la sanidad o por cualquier asunto relacionado con la acción de gobierno, que la única respuesta de la derecha será que hay que echar a Pedro Sánchez porque cuenta con los votos de "Bildu, los filoetarras, los independentistas que quieren romper España, Otegui…" Y de ahí no los sacas. Si son consecuentes con su discurso, el candidato que fuera designado presidente del Gobierno y advirtiera un voto de cualquiera de los señalados tan peligrosos a su favor, tendría que renunciar al cargo. Con ese absurdo planteamiento están dando un poder a la tribu de los independentistas que jamás habrían soñado. Si a Rufian, pongamos por caso, no le gusta un gobierno del tripartito de la derecha presidido por uno de sus líderes, se lo han puesto en bandeja, bastaría con ofrecerle su voto para que el elegido dimitiera de inmediato.

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