La tapia con sifón

La cuchara del gintónic

Se ha dulcificado lo que era una combinación sencilla y eficaz, un trago refrescante y aperitivo

Es ya tópico hablar del manoseo que viene sufriendo el gintónic desde hace años. Lo más pernicioso ha sido el notable aumento de azúcar en las tónicas. Se ha dulcificado lo que era una combinación sencilla y eficaz, un trago refrescante y aperitivo. Pero las bebidas "secas" tienen poco público, y aunque las dulces no son precisamente digestivas, el personal se arrima varias copas después de comer. Menos dañino, pero absurdo, es el añadido de floripondios y aliños, que conforman ya un conjunto que se podría integrar en un bonito "Estuche de gintónic de la señorita Pepis". Un momento histórico fue la aparición de la cuchara de rabo largo para echar la tónica. La cuchara larga siempre ha formado parte de la "estación central" del barman, bartender, o como se llamen ahora. Sirve para agitar en el vaso mezclador el hielo con el alcohol. Por ejemplo, para el dry martini canónico (considero herético el hecho en coctelera). La novedad consiste en usar la cuchara para verter sobre ella la tónica. Dicen que así se conserva mejor el gas, aunque luego hay que menearlo todo para que se integre, así que me parece una cipotá innecesaria.

Y el caso es que tampoco es una innovación usar una cuchara para preparar el gintónic, como se puede leer en un divertido libro que Kingsely Amis publicó en 1971: "Sobre el beber". El consejo de sir Kingsley para el anfitrión tacaño es que sirva en el vaso "primero la tónica, el hielo y una rodaja de limón bien generosa, y luego la ginebra dejándola resbalar por el dorso de una cuchara, para que se quede cerca de la superficie, consiguiendo que el primer trago, que es el que importa, parezca bien fuerte." Otro sistema, que empleaba un amigo suyo, cuya suegra se ponía "alegre" con dos copas, era echar la ginebra al final, dejándola resbalar "sobre el propio dedo, con el que a continuación recorre el borde del vaso". Malpaso ha reeditado este jocoso tratado, junto con otros escritos de Amis: "El trago nuestro de cada día" y "El estado de tu copa". Es interesante para los aficionados a la coctelería, pero está muy desfasado en cuanto al vino, que por aquellos años hacía furor entre las clases medias británicas (las clases altas llevaban siglos bebiéndose los mejores vinos del mundo).

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