El cuento 'noche de paz'

No solo su fama traspasó fronteras y conmovió corazones sino que llegó a producir verdaderos prodigios

Les voy a contar algo muy propio de las Navidades. Una encantadora historia que más parece un cuento fantástico que una realidad emocionante pero totalmente verídica.

Hace muchos años a un lejano país y en la pequeña aldea Oberndorf, cerca de Salzburgo, llegaba la Navidad y el párroco Joseph Mohr se disponía a preparar su iglesia para la celebrar la festividad, cuando comprobó que el órgano con el que pensaba acompañar los villancicos estaba tan averiado que solo salían pitidos y estridentes ruidos cuando se pulsaban sus viejas y desgastadas teclas. Ni corto ni perezoso cogió papel y pluma y como milagrosamente iluminado empezó a escribir la sencilla y emocionante letra de un villancico tan breve como conmovedor… Noche de Paz. Nevaba copiosamente, pero sin miedo al frío y a la terrible ventisca, y con su villancico en la mano, se dirigió a la cercana aldea de Arnsdorf donde ejercía su buen amigo Franz Xaver Gruber, del que sabía era buen compositor musical. El maestro, emocionado por la sencillez y amor de la letra, se puso inmediatamente a escribir la música que pronto estuvo compuesta y quedó como hoy conocemos y cantamos. La celebración de la festividad fue todo un éxito…

¡¡Cuántas familias en el mundo se han reunido gozosas, cuántos hombres y mujeres se han perdonado y han vuelto al amor a los acordes de Noche de Paz!!. No solo su fama traspasó fronteras y conmovió corazones sino que llegó a producir verdaderos prodigios, cuyo recuerdo aún nos sorprende con el poder de inspirar PAZ y AMOR en las más violentas situaciones y entre los odios más inhumanos. Esta composición poética popular con estribillo se canta literalmente en todo el mundo. "Akamot met, Akamot met" cantan los indios de las selvas amazónicas de Brasil, "Po Fanau, Po Manu" entonan los indígenas de Samoa, y para los esquimales es "Jutdlime Kimsugtut". Por muy diferentes que sean los textos en Alaska, en las islas del sur del Pacífico, en las selvas brasileñas o en las estepas siberianas, la melodía es igual en todos los lugares. El sacerdote católico alemán, Joseph Keller, coleccionó más de 230 versiones del famoso villancico.

Paz a las gentes de buena voluntad, que estamos en Navidad. Cualquier ciudad del mundo funciona como un acumulador de energía, y en Navidad esa energía tiene que ver con los buenos sentimientos.

¿Qué quieren que les diga? Muchas felicidades a todas y a todos.

¡¡Salud!!

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