A Luna Ki la expulsan del Festival de Benidorm porque quiere utilizar «autotunes», un sistema de modificación de la voz que además de crear un efecto «robótico», corrige las desafinaciones en tiempo real y en directo. Por su parte, Omar Montes, cuyas letras no son precisamente inspiradas en Shakespeare y cuyas melodías puede hacer cualquier niño o niña de tres años, reconoce haber ganado un millón de euros con una sola canción. Cientos, miles de personas obtienen extensas sumas de dinero vendiendo mentiras al mejor postor. Da igual el contenido. Son habituales en los últimos tiempos las noticias falsas (fakes) sobre el COVID, la creencia en peligrosas técnicas curativas sin ningún tipo de fundamento científico. Es pública y notoria la afición de ciertos medios de comunicación hacia los bulos, las mentiras, muchas veces en defensa de una determinada ideología política, bajo la premisa de que todo vale para subir la rentabilidad, para tener más oyentes, más visualizaciones o más lectores.

Mientras tanto, desde un aula cualquiera, una profesora se queja amargamente de cómo el alumnado no entiende las explicaciones y cada vez tiene menos interés. Mientras expresa sus quejas con pesadumbre, redacta un examen que determinará la nota de su asignatura. Varios chicos y chicas aprueban por copiarse entre sí, otros aprueban porque les «cayó» justo lo que se sabían. Ninguno recordará nada dos semanas después del examen, quizá tampoco al día siguiente. Esa misma profesora, súper implicada y trabajadora, que es una persona muy amable, dulce, risueña y simpática, considera que dentro del aula no puede ser así, que es importante que el alumnado no se coja muchas confianzas. En el aula es una auténtica tirana.

Son solo algunos ejemplos de cómo la sociedad y en consecuencia, el aula, se convierten en espacios regidos por la falsedad en cuanto al éxito y en lo referente a las informaciones, el conocimiento, el aprendizaje y las relaciones. En algún momento tendremos que decidir si queremos premiar, seguir y alabar a los mejores, o a quienes mejor engañan; si queremos informaciones veraces o nos da igual, mientras digan lo que nos interesa; si queremos que el alumnado aprenda o apruebe exámenes; si debemos o no mostrar una máscara ficticia a los demás. Tendremos que elegir entre seguir en la cultura del fake o apostar por la autenticidad, en todos los ámbitos de la vida.

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