¿Quién debe dirigir la educación?

No mejoraremos introduciendo asignaturas a golpe de ocurrencia ni dudando del profesorado

Para ser Ministro de Justicia y Notario Mayor del Reino, la condición de jurista no debe ser necesaria; para ser Consejero de Sanidad, tener un título de Medicina o de Enfermería no debería importar; para ser Delegado de Economía, habría que exigir una titulación en Filosofía; para presidir el Gobierno de España, no tener la nacionalidad es irrelevante… Ah, ¿no? ¿Por qué? Ya, que son ámbitos especializados o con requisitos ineludibles, ¿verdad? De acuerdo, pues apliquemos el criterio a todos y no sólo a unos pocos y convengamos en que, para ser responsable de Educación, hay que ser profesional de la educación.

Pocas personas discutirán que nuestro sistema educativo tiene un amplio margen de mejora y la causa, pese a lo que digan las campañas de desprestigio de algunos Gobiernos, Ministerios y medios de comunicación, no está en el profesorado, sino en quienes dirigen la Educación. Los docentes tienen que bregar con decisiones tomadas por quienes nunca han cogido una tiza y siguen los dictados de quienes desertaron de la pizarra y temen tener que volver a ella. ¿Hace falta un MIR educativo? Qué quieren que les diga, pues tanto como para ser policía, galerista, empresario, Diputado, autónomo, especialista en mercadotecnia o empleado de gasolinera. Proponer ese MIR supone señalar que el Máster de Formación del Profesorado es inútil y que la formación universitaria sirve de bien poco. Si los médicos no tienen obligación de cursar un Máster profesionalizante antes de examinarse del MIR, ¿por qué sí los graduados antes de presentarse a unas oposiciones? ¿Porque enseñar es más complicado? No: porque es más barato hacer brindis al sol que invertir en Educación.

Dañan el sistema educativo quienes hablan sin saber y deciden sin tener experiencia. Podrán objetarme que la culpa es de quienes los nombran, pero tan responsables son el que nombra como el que acepta. Podrán decirme que para algo están los asesores y los segundos niveles pero, entonces, el que sobra es el que dirige, con lo que volveríamos al principio, a que debe tomar las decisiones quien sepa qué tiene entre manos. No mejoraremos introduciendo asignaturas a golpe de ocurrencia ni dudando del profesorado y mermando su prestigio. Asignemos fondos, revisemos los estudios, facilitemos la docencia. Zapatero a tus zapatos. Si no, me pido Ministro de Transición Ecológica, que para eso he estudiado Filología Clásica.

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