¡Oh, Fabio!

Luis Sánchez-Moliní

lmolini@grupojoly.com

El decreto del Valle

El decreto supone un inmenso fracaso colectivo de todos los españoles y, en especial, de nuestra clase política

Dicen que los subsecretarios del Gobierno aplaudieron cuando se dio luz verde al decreto del Valle de los Caídos, un enorme eufemismo cuya única finalidad es sacar los restos de Franco del mausoleo que el general se construyó a su mayor gloria con el esfuerzo de sus prisioneros de Guerra, como si de un emperador asiático de la antigüedad se tratase. Por mucho que se empeñe cierta derecha en lo contrario, dicho monumento, un despropósito ético y estético, es una enorme piedra en el zapato de la democracia española y un obstáculo insalvable para la reconciliación nacional. Aunque es indudable que el Gobierno ha actuado con oportunismo electoralista, también lo es que el decreto en cuestión no rezuma el veneno revanchista que algunos habían profetizado, incluso se observa cierta sensibilidad y respeto. Al menos, hay que reconocerle a Pedro Sánchez el valor de afrontar un asunto especialmente espinoso del que habían huido despavoridos todos sus antecesores en la Moncloa, que esperaron en vano a que el olvido convirtiese el Valle de los Caídos en un monumento ya sin ninguna significación política, como un dolmen del Calcolítico o un enterramiento del gótico florido.

Ahora bien, el decreto supone un inmenso fracaso colectivo de todos los españoles y, en especial, de nuestra clase política. La solución del Valle de los Caídos requería un gran acuerdo de las Cortes que certificase el abrazo entre los vivos y los difuntos, entre la derecha y la izquierda, pero a cambio sólo tenemos este texto aprobado en la clandestinidad de la canícula y aplaudido por unos tristes subsecretarios (dicho sea con todo el respeto a la autoridad). Nadie ha querido. Esto hubiese supuesto que tanto unos como otros reconociésemos nuestros enormes errores históricos, el entusiasmo con el que nos entregamos a esa orgía de sangre que fue nuestra Guerra Civil y los primeros años del franquismo. El traslado de los restos del general es lo de menos. Lo importante será la "resignificación" que ahora se querrá hacer del Valle de los Caídos. Cierta izquierda intentará grabar en las paredes de Cuelgamuros el consabido relato que pone sordina a sus crímenes y equivocaciones y exagera aviesamente los de sus enemigos, que tampoco fueron pocos. Pero esa será otra batalla que sí merecerá la pena librar-.

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