No nos dejéis olvidar

Doce versos escogidos para formar parte del memorial a las víctimas de la dictadura Manuela Carmena

H"Para la libertad me desprendo a balazos/de los que han revolcado su estatua por el lodo. Y me desprendo a golpes de mis pies, de mis brazos,/de mi casa, de todo. Porque donde unas cuencas vacías amanezcan,/ella pondrá dos piedras de futura mirada y hará que nuevos brazos y nuevas piernas crezcan/en la carne talada. Retoñaran aladas de savia sin otoño/reliquias de mi cuerpo que pierdo en cada herida.

Porque soy como el árbol talado, que retoño/porque aún tengo la vida." Doce versos de Miguel Hernández, de su poema "El Herido" que forma parte de su poemario de guerra, "El Hombre Acecha", una obra de arte que se publicó tras la muerte de su autor y la dictadura porque toda la edición, a excepción de dos ejemplares que se salvaron de la hoguera, fue destruida por el bando nacional en la primavera de 1939.

Doce versos escogidos para formar parte del memorial a las víctimas de la dictadura iniciado por la exalcaldesa de Madrid, Manuela Carmena, en el cementerio de la Almudena. Y doce versos que, con el cambio de gobierno de la capital y al igual que los nombres de 2.933 fusilados entre abril de 1939 y enero de 1944, han perdido su lugar en ese memorial bajo una justificación que poco justifica, pues, si como dice el actual alcalde, el motivo de ello es el, igualmente honroso, deseo de añadir al memorial el recuerdo de los caídos en la guerra civil, lucharan por las ideas que lucharan, tuvieran las ideas que tuvieran o, simplemente, estuvieran en el lugar que estuvieran, resulta que no hacia falta que esos nombres fueran eliminados y que pocas palabras han contado mejor esa guerra, han combatido mejor esa guerra y han transmitido mejor lo único que, como en cualquier guerra y más aún en una guerra civil, pudo haber en ella, brutalidad, dolor, pena y rabia, que las palabras de Miguel Hernández.

Y es que, como acaba de tener que recordarle Angela Merkel a su gente,"el odio es veneno" y por eso necesitamos una vida pública en la que la prudencia dirija cuanto pueda traer desconcierto y pesares a las familias de las víctimas de aquellos tiempos oscuros, porque al sufrimiento de los que recuerdan se le debe tanto respeto como a la memoria de los recordados; una vida pública en la que las decisiones, sobre todo las de quienes no conocieron aquella oscuridad, dejen claro que en este país ya no hace falta conocer de bandos y que la memoria no tendrá que elegir entre las partes de una historia que, solo siendo conocida en su totalidad, tiene capacidad de proteger de la fatalidad que hubo en ella y, sobre todo, ante la tremenda complejidad, inestabilidad y competitividad del mundo de hoy, una vida pública en la que nuestro pasado se use únicamente para darnos impulso.

"Para la libertad siento más corazones/que arenas en mi pecho: dan espumas mis venas, y entro en los hospitales, y entro en los algodones/como en las azucenas." ("El Herido")

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