La demagogia del pueblo

El discurso demagogo característico va hacia el pueblo y viene del pueblo

Literalmente, el término "demagogia" significa estrategia para la dominación del pueblo. Comúnmente se utiliza para designar el modo en que los poderosos se dirigen al populacho para manipularlo y ganar su favor, utilizando halagos y falsas promesas; también echando mano de los prejuicios de la sociedad, de sus pasiones, emociones y sentimentalismos, de sus mitos, anhelos y esperanzas. Se trata, en definitiva, de conquistar el favor del pueblo esgrimiendo ideas y argumentos muy simples, que son fácilmente entendibles -como verdades de perogrullo que la inmensa mayoría espera escuchar-, pero que en realidad son falsos, pues se desmontan crítica y racionalmente en cuanto se acude a la realidad empírica. El ejercicio de la demagogia desde el poder, por tanto, es lo que se entiende por "populismo" en términos políticos más recientes; decir al pueblo aquello que quiere escuchar, aunque sea mentira o, cuando menos, una verdad a medias. Y aquí es donde se evidencia lo característico del ejercicio demagogo; el discurso va hacia el pueblo y viene del pueblo. Basta leer opiniones vertidas por una mayoría en redes sociales, por lo general socorridas por argumentos típicamente demagogos, falsos y de muy burda intelectualidad, para comprobar cómo el pueblo repite los discursos baratos lanzados por el político de turno, y como, al mismo tiempo, el político de turno adopta como propios los argumentos del populacho indocto para ganar su voto. En toda esta podredumbre mental hay siempre unos cuantos chivos expiatorios que se presentan como el mal a batir, sean personas o actividades; los inmigrantes, los homosexuales, los hombres en general como arquetipo machista, las mujeres en general como arquetipo feminista radicalizado, e incluso, la cultura de calidad, los artistas y el patrimonio artístico. Y esto es así independientemente de la filiación política, pues tanto la izquierda como la derecha suelen recurrir a los mismos útiles demagogos para explicar ciertos temas. Ninguna, lógicamente, cuestiona los pilares de la cultura tribal autóctona. Hay en todas nuestras instituciones democráticas, casi desde su fundación, un reiterado enaltecimiento y sobrevaloración de lo identitario, como el bien supremo a preservar, aunque los estudios serios sobre el origen de todas las violencias y sinrazones de la sociedad incidan precisamente en ese territorio. Al final, Aristóteles tenía razón: la demagogia es la perversión de la democracia.

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