Metafóricamente hablando

El derecho al honor y a la propia imagen ¿es utopía?

El crepitar del fuego, en el silencio de la noche, entraba en clara competencia con la música de Mozart, mientras a través de los cristales del gran ventanal admiraba las montañas que se alzaban orgullosas ante su mirada, iluminadas por la última luz del día. Tenía que reconocer que estaba en un momento dulce de su vida, no había sido fácil para él llegar a ese estado. Años antes las cosas habían sido muy distintas, una vida pública intensa, un éxito personal inesperado, una actividad agotadora, le tenían inmerso en una vorágine que acabó en un divorcio, consecuencia de una situación que se le fue de las manos y le condujo a un callejón sin salida, aunque después de la tormenta llegó calma. Fue providencial encontrar a María, una antigua compañera de carrera que lo rescató del abismo en el que se había hundido. Volvió a dormir ocho horas seguidas, a comer con regularidad y sobre todas las cosas, a disfrutar de esos pequeños momentos que dan sentido a la vida. Hacía mucho tiempo que optó por alejarse del móvil, ese aparatejo endiablado del que no podía desconectarse de día ni de noche. Después le tocó el turno a la televisión, cambió las tardes de tumbing por paseos al aire libre, cafés con amigos, y el placer por la lectura. Su trabajo solo le ocupaba las mañanas, y la vida se abrió paso ante él en una pequeña finca en la que fijó su residencia. El olor a tierra mojada, el rumor del viento agitando las ramas de los árboles, o el crujir de las hojas muertas cuando las echaba al fuego, se convirtieron en las sensaciones más vivas de su existencia. Ese anonimato al que poco a poco se fue acostumbrando pasó de ser un sufrimiento difícil de combatir, en una paz inexplicable. Los últimos días de su vida anterior fueron un infierno, solo comparable a las grandes tragedias que había leído en relatos de ficción. Anteriormente, y muy a su pesar se convirtió en una persona pública, en el peor sentido que esta palabra pueda tener a tenor de la jurisprudencia, por alguna razón que a él se le escapaba, su vida personal se convirtió en una "res púbica", y todo cuanto formaba parte de su intimidad pasó a ser cuestión de debate público, de nada sirvió acudir a los mejores abogados, muchos de ellos compañeros suyos, y con merecido prestigio, pero solo consiguió perder tiempo, dinero y toda su dignidad. Argumentó su derecho al honor y a la intimidad consagrado en la Constitución como derecho fundamental, pero de él estaban excluidos los políticos y artistas, pseudoperiodistas destrozaban a diario su reputación con veladas acusaciones, previo pago de ingentes sumas de dinero. Su mundo se hundió sin remedio. Afortunadamente, en la huida encontró la felicidad, una niebla densa subía por el valle cubriendo los árboles con un tupido tapiz, su libro de memorias estaba a punto de finalizar, tendría él la misma indulgencia cuando se publicaran sus confesiones?

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