Comunicación (im)perinente

Francisco García Marcos

Los otros derechos lingüísticos

El blindaje de la inmersión lingüística dentro de la nueva Ley de Educación tampoco es que incorpore demasiadas novedades

En 1996, rodeada de todo el boato consustancial a un acontecimiento magno, se promulga en Barcelona la Declaración Universal de los Derechos Lingüísticos. Entre la tramoya de tan trascendente acto, el International PEN Club y el CIEMEM, una ONG catalana consagrada a la protección de las minorías lingüísticas, mueven con destreza los hilos, hasta el punto de que la propia UNESCO termina acogiendo la nueva Declaración. Con el paso de los años, el origen físico de aquella acusada y exquisita sensibilidad por la protección de la diversidad lingüística ha terminado por convertirse en una ostensible fuente de descrédito. ¿Qué está pasando con los castellanoparlantes en Cataluña? ¿No son acreedores al derecho inalienable a transmitir su lengua materna a sus descendientes, sin excepciones de clase alguna, incluida la escolarización, tal y como se recogió en la Declaración de Barcelona? ¿No entran entre los parámetros del CIEMEM para ser considerados una minoría lingüística? ¿Por qué la Generalitat se empecina en plantear una confrontación lingüística en un territorio de bilingüismo tan secular que arranca desde la medieval Corona de Aragón? Así pues, el blindaje de la inmersión lingüística dentro de la nueva Ley de Educación tampoco es que incorpore demasiadas novedades a un escenario ya lamentablemente trillado. Hay, no obstante, una inesperada irrupción estelar. Pablo Echenique, amparado en su vitola de científico oficial, ha aclarado que están contrastados los beneficios de la inmersión lingüística en el aprendizaje de lenguas. Desde luego, es así, aunque no tenga nada que ver con la argumentación del diputado de Podemos. La inmersión es una circunstancia contextual, no un recurso docente. Cuando el español de turno aprende inglés en Manchester o en Boston, lo hace en inmersión. Se refiere al aprendizaje de una lengua en el contexto donde esta se habla, incluso fuera del aparato escolar. En Cataluña miles de niños inmigrados aprendieron catalán en inmersión, a pesar de que el Franquismo persiguió oficialmente esa lengua. No es un desliz, ni mucho menos, de un político con la formación de Echenique. Parte de la izquierda española está tomando la malsana costumbre de acudir a la primera demagogia que se les viene en mente para justificarse. También es verdad que no siempre es fácil asumir el peso abrumador de los hechos. El apoyo del independentismo a los presupuestos tiene por precio violar un derecho lingüístico fundamental.

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