El desafío del pensamiento único

El desafío al pensamiento único debería permitir superar esas barreras ideológicas que se establecen en la sociedad

Cae la ciudad sobre los hombres, azul. Atacando su arquitectura de metal. Demoliendo hasta los últimos huesos, mientras que el tiempo avanza, inexorable. Aun así, no renunciarán a taparnos la boca. Quieren que aparezcamos aullando como un perro callejero entre las mandíbulas de algún homicida. No permitirán que caigamos de los dientes del animal aquel que sobre su maxilar cuelga, ese cándido animal muerto proclamando un trozo de libertad.

Foucault defendía que los intelectuales habían descubierto, después de las recientes luchas, que las masas no los necesitaban para saber; que ellos sabían perfectamente, claramente, mucho más que ellos; y además, lo expresaban muy bien. Sin embargo, apuntaba, que existe un sistema de poder que intercepta, prohíbe, invalida ese discurso y ese saber; un poder que no está tan solo en las estancias superiores de la censura, sino que penetra de un modo profundo, de forma sutil, en toda la sociedad; así, pensaba que los intelectuales formaban parte de ese sistema de poder, la propia idea de que son agentes de la conciencia y que el discurso formaba también parte de ese sistema. El papel del intelectual, aseguraba, ya no podía consistir en colocarse un poco delante o al lado para decir la verdad muda de todos; más bien creía que consistía o que consiste en luchar contra las formas de poder allí donde es a la vez su objeto, su instrumento.

El desafío al pensamiento único debería permitir superar esas barreras ideológicas que se establecen en la sociedad o que, de una manera u otra, nos promueven, nos inculcan, nos inhiben; para aspirar así a acercarnos con mayor nitidez a la realidad que nos rodea.

Somos seres contradictorios. Vivir es en sí una contradicción. Sin embargo, en un momento dado de nuestras vidas se nos convida a tomar partido, a elegir una opción determinada. En muchos casos -en la mayoría diría yo- es posible que tengamos mucho que perder. Pero en ese íntimo pulso debemos tener claro que por muy justa que sea nuestra postura, por muy loable o plausible que nos parezca, tenemos que respetar las diferencias, los contrastes, lo singular. De ahí, quizás, la naturaleza de este artículo. De la necesidad de transitar los puentes del entendimiento, de luchar contra los miedos del ser, de posicionarse en contra de la locura, aunque nos vaya la vida en ello.

MÁS ARTÍCULOS DE OPINIÓN Ir a la sección Opinión »

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios