HAY que remontarse quizás a la época de Joaquín Almunia (a Borrell ni siquiera le dejaron llegar a serlo) para encontrar un candidato a presidente del Gobierno tan cuestionado como Mariano Rajoy. Cuestionado por los suyos, quiero decir, que en política, como es sabido, son los peores.

No hay semana que no le surja al hombre un contratiempo, una puñaladita trapera, un incidente desgraciado o un fuego que apagar. Cuando no se rompe el pacto del PP con Unión del Pueblo Navarro Esperanza Aguirre le propina un pellizco -nada monjil-, directamente o por persona interpuesta, los diputados populares que no lo tragan filtran sus debilidades y tropezones o le dejan el micrófono abierto para que toda España sepa que piensa lo que casi toda España piensa: que un desfile militar es un coñazo.

El caso es arruinarle la carrera política a Rajoy. Ciertamente, aún no ha ganado nada por sí mismo. Pero es que tampoco le han dejado ser él. Se pasó toda la legislatura anterior ejerciendo un poder vicarial, heredado de otros -bueno, más bien de Otro- y prisionero de una estrategia de tensión y maniqueísmo que las urnas revelaron equivocada. A pesar de todo, ganó el congreso a los que no se atrevieron a dar la cara y desde entonces se han dedicado a socavar su autoridad. Entre esas maniobras y que él tampoco es un dechado de firmeza y empuje, la verdad es que su liderazgo está hecho unos zorros.

Uno de sus mayores obstáculos es que tiene mala prensa. No me refiero a la prensa alineada con el socialismo gobernante, sino al periodismo más combatiente de la derecha. No le perdonan ni una. Sobre todo, no le perdonan que haya abandonado la crispación, que respalde la actual política antiterrorista de Zapatero, tan distinta a la de antes, y que sea capaz de apoyar las medidas financieras del Gobierno al tiempo que critica sus recetas contra la crisis. Lo quieren ver en las trincheras un día sí y otro también, oponiéndose a todo, echándose a la calle detrás de cualquier sotana y respondiendo sumiso a las soflamas de cualquier predicador. En fin, en mi modesta opinión, insistiendo en todo aquello que le haría perder otra vez las elecciones.

Tal vez no las gane siendo moderado y pragmático, quién lo sabe, pero es seguro que no las ganará haciendo suyo el discurso de la caverna. Que no lo desahucien tan pronto. Ya hablaremos cuando pase alguna prueba próxima (elecciones europeas, vascas y gallegas). Después de todo, lo que dure la crisis y el daño que produzca será más determinante para la suerte de Rajoy, y de Zapatero, que las estrategias que monten uno y otro, mucho más que los análisis que hagamos ahora y muchísimo más que las conspiraciones de algunos personajes megalómanos de la corte.

MÁS ARTÍCULOS DE OPINIÓN Ir a la sección Opinión »

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios