La tapia del manicomio

El descrédito de las etiquetas

Hemos recuperado la irracionalidad, el nacionalismo, el egoísmo desaforado (yoísmo es más exacto)

Hasta hace veinte o treinta años había comunistas, socialistas, democristianos y liberales. Por supuesto, cualquiera de estos grupos tenían más ramificaciones que el ficus del Paseo: desde maoístas hasta franquistas redomados. En general, cada grupo o grupúsculo solía ser más o menos coherente en sus ideas con el marchamo que cada uno se había puesto. Como ahora hemos vuelto al Romanticismo del siglo XIX, aunque con la careta del Posmodernismo, entre otras "virtudes" hemos recuperado la irracionalidad, el nacionalismo, el egoísmo desaforado (yoísmo es más exacto), la reinvención de la Historia (o sea, la mentira pura y dura) y el tribalismo, que por definición es xenófobo. En este contexto, el mayor prestigio se obtiene fingiendo ser lo contrario de lo que se es en realidad: el que se dice liberal está encubriendo su afán de prohibir, en lo que, por cierto, coinciden con los que se etiquetan de extrema izquierda. Los socialdemócratas, que primero fueron colectivistas y luego impulsaron el estado del bienestar, ahora adoptan políticas económicas liberales. Parte de aquella izquierda que fundó el internacionalismo proletario se nos ha vuelto nacionalista. Y no ya de "campanario", sino de villorrio: el nacionalismo del XIX lo era de naciones (eso era un pilar básico del Romanticismo) y ahora lo es de comarca, de pueblo y hasta de aldea. Menos mal que los democristianos siguen siendo vaticanistas, aunque sus partidos más potentes no sean católicos sino protestantes. Una alegría de panorama, en el que lo único que no ha cambiado es el lema común de "cada uno a su avío". Que son los dineros, claro.

Así se explica que en Italia y Cataluña, por poner dos ejemplos cercanos, anden fraguando alianzas que, aparentemente, son contra natura. La extrema derecha de Berlusconi con la aparentemente izquierda anticapitalista del Beppe Grillo. Y la derecha nacionalista catalana burguesa de toda la vida (¡qué pedazo de oxímoron!) dándose el pico con la CUP, un movimiento que se dice anticapitalista, antieuropeísta, con evidente estirpe anarquista. Esto, más que un cambio de etiquetas parece un intercambio de cromos. Eso si, cromos avalados por el Banco Central Europeo que, son los que van buscando unos y otros: los billetes de contar y los pesebres que implementar.

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