Carta del Director/Luz de cobre

El desierto comercial del casco histórico y centro

El desierto comercial de los centros de las ciudadades y cascos históricos es un tema complejo y recurrente

Aquí, en Almería, cuando se trata de culpar a alguien lo más fácil es arremeter contra las instituciones que nos gobiernan. Da igual el color político. La responsabilidad de todos los males, y hasta de la muerte de Manolete si me apremian, la tiene el alcalde de turno, el presidente de turno o el recién elegido responsable de la comunidad de vecinos de tu bloque si me apuran. Aquí, nadie asume su parte alícuota de responsabilidad y se descarga, con la misma facilidad que te cambias de bragas y calzoncillos, (ejemplo de ambos sexos por aquello de la paridad), todo el peso de la culpabilidad en los demás.

El desierto comercial del centro de las ciudades y de los cascos históricos es un tema complejo y recurrente. Es conocer que cualquiera de las grandes multinacionales cierra un local o el bar más pequeño, baja la persiana, porque el dueño se jubila, y ponemos el grito en el cielo con la misma facilidad que un hooligan descarga su adrenalina contra el árbitro, cuando tu equipo recibe un penalti, a todas luces clamoroso, pero que tu ves injusto porque la pasión te ciega.

El centro de Almería es un ejemplo más del despoblamiento que padecen los cascos históricos de la mayor parte de las ciudades medianas. La falta de aparcamientos, el envejecimiento de la población, el aumento progresivo de las compras on line y unos alquileres desorbitados son algunas de las causas que han sembrado en todos nosotros un desasosiego difícil de contener. El concepto de ciudad tal y como la concebíamos hace tan sólo una década poco o nada tiene que ver con el actual. Y si no actuamos rápido, con coherencia y con cierta picardía, -no lo voy a negar-, el casco histórico de la capital se va a parecer, a poco que nos descuidemos, a la imagen de aquellas películas del lejano oeste en el que el viento soplaba, nadie en las calles, y las matas se arremolinan guiadas por el vendaval. Desolación y tristeza.

Pero todavía estamos a tiempo. Urge un plan en el que todos los sectores implicados arrimen el hombro. Los primeros los propietarios de locales. La época de las vacas gordas acabó. Y por más que esperen, el maná de las grandes multinacionales nunca volverá. Les es más fácil instalarse en un centro comercial nuevo, cómodo y en el que se aseguran el tránsito de miles de personas.

Se hace necesario pues, un cambio de modelo que pasa por la peatonalización, por la instalación de pequeños comercios típicos y cercanos, gastronomía tradicional y un ambiente humano capaz de atraer a aquellos que se fueron, que no lo deseaban, pero a los que las condiciones leoninas de los alquileres y el mal estado de viviendas y calles han sacado a guarrazos, muy a su pesar. Estamos a tiempo. No nos diluyamos en debates de barra de bar, obviando lo importante, que no es otra cosa que la vida de la ciudad.

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