República de las Letras

Agustín Belmonte /

Un día perderán

SON tantas las resoluciones y acciones de gobierno que han adolecido de falta de sentido social, de abuso de poder, de mal uso de las instituciones y fuerzas de seguridad del Estado, de mala relación con los jueces y, por el contrario, de apoyo a los sectores económicamente fuertes, a las clases poderosas y a la Iglesia; es tan claro el deslizamiento del Pp a posiciones extremistas de derecha y tan visible su falta de sensibilidad hacia quienes están sufriendo lo peor de la crisis; en definitiva, es tanto y tan descarnado el neoliberalismo del Pp, que es inevitable su caída. El 25 de mayo probablemente será tan alta la abstención que los resultados de las Elecciones Europeas harán creer a sus electores -no a sus dirigentes, que esos siempre están bien informados- que hay gobierno de derechas para rato y que no van a ser desalojados fácilmente del poder. Pero será una situación engañosa. Un placebo para los electores y partidarios del Pp, que se mueven a golpes de pánico provocado por sus propios políticos.

No entienden que a su partido, que dicen está sacando a España de la crisis, le crezcan los enanos: las llamadas mareas o manifestaciones masivas que defienden la sanidad y la escuela pública, la tragedia de los inmigrantes que intentan entrar en Europa por Melilla y Ceuta, la pobreza que se extiende por todo el país... Ni les echan cuentas a los graves asuntos pendientes: Gürtel, Bankia, desahucios, preferentes, Bárcenas, Díaz Ferrán, Blesa, etc. Disculpan los comportamientos caciquiles de unos, el ridículo internacional de otros y las declaraciones antidemocráticas y cuasi fascistas de ciertos dirigentes. Ponen en cuestión a los jueces que no les son cómodos, a las fuerzas de seguridad cuyas intervenciones y pesquisas no les son favorables e incluso a las instituciones y autoridades europeas cuando cuestionan su política económica o sus leyes represivas. Bien, pues toda esa gente cree que el sistema solo es aceptable si gobierna su partido, el Pp -lo identifican con él-, que la democracia consiste en su tranquilidad de propietarios y en su hipócrita moral social ultracatólica. Han olvidado que un día perderán las elecciones, que, quizá más pronto de lo que creen, otros les quitarán el poder. Y deberán asimilarlo -otra vez- y vivir con ello. Así es la democracia. No la suya. La verdadera. El quid está en la alternancia a medio plazo, no en la permanencia.

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