La Cuarta Pared

JOSE mORENO

Un dibujo improvisado

Por algo se dice que los arquitectos piensan con las manos y dibujan con la cabeza

Cuando dibujas, realmente estás dándole forma a las ideas. Estás descubriéndote a ti mismo, no sabes realmente cómo va a quedar el dibujo, ni siquiera es una representación literal de lo que tienes en mente, porque va cambiando y renovándose al segundo. Es como ese capítulo de Rick y Morty en el que Morty ve en tiempo real cómo será su muerte, pero esto se va actualizando al segundo según lo que haga o con quien interactúe. Existen una infinidad de posibilidades para su muerte pero ninguna es absoluta, cada decisión que toma en vida actualiza cómo y cuándo morirá. En el proceso de creación a través del dibujo sucede lo mismo, la mano y el cerebro funcionan al unísono actualizándose y retroalimentándose con cada trazado. Dibujar es encontrarse a uno mismo, al igual que escribir.

Cuando trabajamos de esta manera entran en juego una serie de procesos intuitivos comparables con montar en bicicleta o conducir. No solo se trata de que el lápiz vaya solo como el pie que pisa el embrague sin darnos cuenta, sino que desarrollamos una serie de pautas que rodean la experiencia de las ideas. Por ejemplo, es muy común imaginarse a uno mismo del tamaño de una uña para poder entrar físicamente en el dibujo y así sentir la escala en primera persona, como Alicia en el País de las Maravillas, para acto seguido salir corriendo de ahí, volver a nuestro tamaño y perspectiva y verlo desde fuera como un gigante con una casita de muñecas. Por algo se dice que los arquitectos piensan con las manos y dibujan con la cabeza.

Es ese instante de incertidumbre el que nos hace estar vivos. Mientras estás trazando algo que ves con tus ojos cómo ha empezado pero todavía no sabes como va a terminar, tienes una idea de por dónde pueden ir los tiros, pero no tienes la certeza. Entiendes que eres parte del mundo, que estás creando algo y estás disfrutando el proceso. En cierta manera te lleva de vuelta a esa clase de infantil en la que te decían que tocaba dibujo libre, te encontrabas solo ante un papel en blanco y sin ninguna idea de qué hacer. Algunos estructuran en su mente un dibujo y otros empiezan a dibujar y ya saldrá algo sobre la marcha. Es muy parecido a las clases de improvisación tocando la guitarra, mientras tocas un acorde, lo sientes y lo disfrutas sin saber a ciencia cierta cual vendrá después, pero sabes que algo va a salir, posiblemente sea una castaña, pero en ese instante eres libre.

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