La colmena

Magdalena Trillo

mtrillo@grupojoly.com

Más difícil todavía

Cada vez es más complicado saber dónde está ese centro moderado y responsable que era sinónimo de estabilidad

La campaña electoral será más corta, justo la mitad, pero la real ha empezado antes incluso de que se disuelvan las Cortes a golpe de encuestas y de quinielas. Las horquillas varían pero todas coinciden en dos realidades: la abstención subirá como severo castigo al fracaso de los partidos por su incapacidad para negociar y el resultado final de las urnas será más difícil de gestionar todavía.

La marmota se revuelve. Voto más fragmentado y el bipartidismo resiste pero no lo suficiente: la derecha apuntalaría al PP con un Pablo Casado al alza pero no sumaría por el batacazo de Ciudadanos y, en la izquierda, los socialistas estarían otra vez condenados a entenderse con Podemos, con los nacionalistas y con el efecto Errejón.

El ex número 2 de Podemos ya ultima la estrategia con que concurrirá al 10-N -queda pendiente saber hasta dónde podrá extender su Más Madrid- y no es ninguna pieza accesoria del tablero político. Piensen en la pantalla del móvil o en la placa de la vitro: no es un golpe fuerte el que hay que temer, sino el inesperado y sutil de la esquina que termina resquebrajándolo todo.

Si hay una reflexión que se sobrepone a cualquier sondeo es, una vez más, la incertidumbre. Y el juego más imprevisible está en los márgenes. Porque frente a los exigentes e inconformistas de siempre, frente a los fieles e incondicionales de ahora, cada vez resulta más difícil saber quién representa ese centro moderado que en España ha sido sinónimo de gobernabilidad, de estabilidad, de sentido de Estado y hasta de generosidad.

No parece que los de Vox estén dispuestos a no ir a votar -mucho menos a cambiar de papeleta- y tampoco darán un paso atrás los de Podemos, aunque en este caso lo más interesante será comprobar hasta dónde llega la desilusión con el Pablo Iglesias del liderazgo menguante. Hace tiempo que el líder morado se mueve por el mismo alambre escurridizo que lleva meses zarandeando a Albert Rivera. Y en los dos casos con deserciones sonadas y una casa más que revuelta.

Me pasaban un estudio hace unos días sobre las horas que gastamos los españoles buscando objetos perdidos: más de 5.000 horas de nuestra vida localizando bolígrafos, llaves, gafas, el móvil o calcetines… ¡Seis meses y medio de estrés y ansiedad!

Podría ser una metáfora; una premonición. Tal vez en España vayamos de elecciones en elecciones, complicándolo cada vez más, porque tenemos la casa revuelta. Todas las casas; sin excepción. Porque perdemos miles de horas buscando fuera el orden y la coherencia que hemos dilapidado de puertas adentro. ¿Así queremos convencer?

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