Circula Cpor ahí un vídeo en el que, para hacerlos conscientes de que son un problema para la ciudad, se le pide a los turistas no contar que han estado en Barcelona. Me parece una tontería todo esto y, sin embargo, algo puedo compartir de esa iniciativa porque, como decía Plinio el Viejo: "no hay libro tan malo que no contenga algo de provecho". Entiendo las molestias que provocan los cazadores de fotos. Me espanta viajar a algún sitio y verme rodeado de hordas carentes de la más mínima noción del respeto: colas enormes en el Louvre para mirar de reojo a la Mona Lisa y hacerse la típica foto en pose de "tocarle las peras" a la Venus de Milo (así lo he oído, disculpen la vulgaridad); colas para hacerse una foto sujetando la torre de Pisa; hordas corriendo por Roma para ver lo más posible antes de que zarpe el crucero; pose de morritos en Trafalgar Square ante el pobre Nelson... Horroroso.
Para mí, viajar no es ver, sino mirar; no es correr, sino pasear; no es comprar experiencias, sino vivir con los naturales de la zona, compartir su pan y su vino. No entendemos nada si no deambulamos por los lugares acompasando los andares y el pensamiento, sin prisas, observando y sintiendo. No comprendemos la Acrópolis de Atenas si no nos sentamos a mirar el mar e intentamos pensar cómo se sentirían los que desde allí veían la flota persa a punto de entrar a sangre y fuego en la ciudad y qué pensaron cuando se vieron libres de su amenaza. No demuestra sentido común sentarse en un bar del Zapillo a proclamar en presencia de un camarero almeriense que: "los andaluces son todos unos vagos": no me lo invento y cumplido zurriagazo le solté a aquella pareja de necios que acabaron pagando la cuenta y marchándose enfurecidos. No hay viaje si no bajamos al interior del alma y miramos desde allí las cosas. Ya se lo decía Séneca a Lucilio: "No está en ningún sitio quien está en todas partes", aunque él hablaba de los que picotean muchos libros y ninguno les aprovecha. Los movimientos contra ese turismo depredador y ávido de fotos sin sustancia pueden parecerme sensatos si obedecen a una postura intelectual de rechazo al "kitsch", la falsa sensación de alta cultura sin estar cualificado para ello que mencionaba Umberto Eco en Apocalípticos e Integrados. Sin embargo, me temo que tras esos vídeos no haya más interés que alejar de Barcelona a quien tenga menos de ocho apellidos catalanes. .
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