El verano es época de festivales, fiestas y conciertos. El artista aquel que tanto deseabas ver, que has seguido en Youtube, escuchas en Spotify y veneras en redes sociales, viene a tu localidad. Te preparas, con gran emoción, para ver su actuación… y luego resulta que es una mezcla de sonidos enlatados, voz desafinada y una casi nula interacción con el público. No hay mejor forma de comprobar la calidad y la veracidad de un artista, que verlo en directo. Quizá aquellos que no te gustaban tanto, que fuiste al concierto casi de compromiso, por ir con los amigos, son grandísimos músicos. Aquel otro que escuchaste durante meses (o tal vez, años) resulta ser un fiasco.

En una sociedad de consumo y apariencia, como la que vivimos, el ejemplo de la música puede ser aplicable a cualquier otro «producto cultural» (en términos capitalistas). La sobreabundancia de información, también en el ámbito educativo, lleva a que muchas veces sea muy difícil separar la paja del trigo. Discursos deslumbrantes en un sentido u otro, «influencers» con miles de seguidores, que ganan auténticas fortunas dando conferencias, publicaciones que llegan a 20 ediciones vendidas, miles o millones de «followers», gentes que gastan (o malgastan) su tiempo y el de los demás en dar lecciones sobre lo que debe ser la escuela… Gurús que se multiplican, de todos los gustos, colores y sabores. Desde quienes defienden la diversión olvidándose de los contenidos, hasta quienes son auténticos «anti-todo-lo-que-suene-a-innovación».

¿Pasarían todos ellos y ellas la prueba del «directo»? ¿la pasarían al menos la mitad? ¿acaso un 1%?. «El directo» en educación es, sin duda, el aula y los centros educativos. La pregunta que debemos hacernos (o hacerles, si tenemos la oportunidad) sería: ¿dónde se ha aplicado lo que propone? ¿con qué resultados? ¿qué tipos de aprendizajes se han promovido? ¿qué forma de organización? ¿qué percepción y grado de satisfacción tiene el profesorado, el alumnado y las familias sobre aquello que se propone? Incluso… ¿podemos ir a ver en directo cómo y dónde se aplica? A los teóricos (que también los necesitamos), se les debería preguntar directamente qué prácticas han inspirado. Si no hay evidencias o ningún tipo de registro donde puedan mostrarse los resultados, estamos ante el mismo engaño del mercado musical y de todos los productos de consumo que nos rodean. Es humo. Es mentira.

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