Yo, dudo

"Pienso (dudo), luego existo" Dijo Descartes al descubrir que la duda era lo único cierto cuando se dudaba de todo

Ymucho. Pero no solo por la certeza cartesiana "Pienso, luego existo", que también se puede traducir como "Dudo, luego existo"(cogito/dudo, ergo sum), sino por otras cosas más. Ante todo porque es una actitud, una intención ante la vida. Las personas que dudan están más próximas a la verdad que las que lo tienen todo muy claro, precisamente porque no encadenan el conocimiento a límites conceptuales defendidos con vehemencia. A mí sinceramente, estos, me dan miedo: me parece que se han alejado de la condición humana. Los clásicos fueron los primeros en reconocer el valor de la duda; veían en ella una manera de llegar al equilibrio, a la moderación, desde la sospecha, porque eso es la duda: una sospecha que lo replantea todo. Y obviamente fue Descartes quién la convirtió en una metodología; en una herramienta para buscar certezas. Puso todo en juicio para ver que se mantenía en pie y descubrió que solo estaba seguro de estar dudando. De ahí: "Pienso/dudo, luego existo". Desde ese kilómetro cero su duda filosófica apuntaba hacia la verdad como aspiración. En cierta forma dudar, la duda, es una forma de creatividad: genera horizontes, mundos posibles, replanteamientos nuevos. Es un motor de progreso en el pensamiento. Por eso es la postura antagónica al radicalismo. Es lo contrario de las ideologías, de las creencias, de los prejuicios, de los tabúes, de los neopuritanismos, de los populismos, etc. Nietzsche decía que la convicción era una cárcel si eximía de la duda; si generaba dogmas que evitaban el pensamiento; si creaba falsas seguridades tan solo para mantener a salvo la vida emocional. Por eso la actitud de duda ante la vida, de sospecha, de proximidad al hecho y no al dogma, de mirar cara a cara el acontecimiento y aceptar nuestra ignorancia, hace más libre al individuo, más autónomo, más honrado intelectualmente. El extremismo te encadena y te manipula; te somete; te hace vulnerable. Por ello yo dudo mucho, casi al borde de la desesperación; me empeño en un agnosticismo completo. Y no solo como actitud sino como defecto. No tengo nada claro y suelo cambiar con frecuencia de opinión. Tal vez no solo dudo, luego existo, sino que existo porque dudo. Y dicho esto solo confío en las personas que tienen tantas dudas como yo. A esos, y solo a estos, deposito mi confianza. Sobre todo porque, como yo, dudan hasta de sí mismos. Lo admito. Ergo Sum.

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