Si los símbolos, por su más propia naturaleza, representan entidades, sean de corto alcance o subidas a la trascendencia, el de la cruz es un símbolo mayor. Le atribuye el Diccionario, por ello, el carácter de "Insignia y señal de cristiano, en memoria de haber padecido en ella Jesucristo". Por eso encontrarse una cruz en el camino de los días, o por los abiertos senderos del mundo, lleva a muchos mortales a santiguarse -"Por la señal de la Santa Cruz…"- y no pocos, también, muestran su respeto a símbolos tan identificadores como el de la cruz, que ensarta los siglos desde que el Nazareno fue crucificado en las afueras de Jerusalén, allá en el Gólgota o Calvario. Por eso, traído del misterio mayor a la cortedad de los días, pasar el calvario no sea otra cosa que sufrir adversidades y pesadumbres continuas, como estela mundana de un sufrimiento divino. Aunque el Crucificado nació en Belén, entre el calor de las bestias y la alborozada esperanza los sencillos. Cuando la alegría de los villancicos no anuncia la honda pesadumbre de un hombre abandonado: "En el Calvario se oía / el eco de un moribundo / y en sus lamentos decía: / Me encuentro solo en el mundo / con mi cruz y mi agonía". / Antonio Montero Alcaide
En el Partido Popular se las prometen más o menos felices de cara a las elecciones del 26 de mayo. Todos asumen que la época de las mayorías absolutas se han acabado, aunque creen que seguirán gobernando con pactos postelectorales.
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