República de las Letras

La educación de los hijos

Respetar las distintas formas de ser de los hijos, su intimidad no solo personal, incluso intelectual, es labor de los padres

Durante muchos años, en mi profesión de enseñante, los padres y madres de mis alumnos se sorprendían especialmente cuando les decía que la mayor parte de los problemas que los hijos sufren durante su infancia y adolescencia tienen su origen en la familia. Pretendían que las contrariedades las ocasionaba el niño o la niña por su forma de ser. No acababan de dar crédito a aquello que decía el clásico de que al nacer somos una "tabula rassa" en la que nosotros, el ambiente, los demás y las circunstancias van escribiendo durante los años de formación personal. La genética tiene su parte, pero la experiencia es determinante. El resultado final, a eso de los 20, 30, incluso 40 años de edad, es la mezcla de ambas. Y en ese resultado final la familia, los padres, tienen, como sabemos, un papel central. En general, observaba yo siempre cómo les llamaba la atención qu eel niño parecía a veces otro niño en la escuela, muy distinto al que era en casa. Había casos curiosos, como el del niño o la niña que en clase era responsable, colaborador, creativo, solidario, y luego en casa se mostraba caprichoso o irascible o rebelde o irresponsable. Indagando un poco se llegaba al problema: padres separados de forma no amistosa, mal régimen de visitas, padre dominador o severo en exceso, madre débil de carácter, padres con sentimiento de culpa por las muchas horas que dedicaban al trabajo fuera de casa en detrimento de la atención a los hijos... Pero a mí lo que más me podía, y era en lo que más les insistía a los padres, era la injusticia. Ser justos con los hijos no es nada fácil. Respetar sus distintas formas de ser, sus momentos de intimidad, no solo personal, sino también intelectual, sus defectos incluso. Saber qué se debe a su forma de ser y qué a lo que nosotros hemos escrito en su particular "tábula rassa", y actuar en consecuencia con distancia, sin intervenciones dramáticas, mucho menos traumáticas. Relacionarse, en fin, con el niño o niña desde el respeto y teniendo en cuenta la diversidad entre hermanos, no todos afectados por igual por la circunstancia familiar. Pero, claro, todo eso, me decían los padres y madres, requiere dedicación, atención, tiempo. Y eso, tiempo, es lo que el sistema no nos permite. Bueno, les decía, se puede poner de nuestra parte todo lo que podamos. Mientras tanto, respeto: los hijos se lo merecen. Además, es una inversión a largo plazo.

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