República de las Letras

El emérito en HBO

Los borbones no eran destronados por sus amoríos o sus jugadas políticas, sino por ladrones

Hbo es una de las ahora llamadas plataformas de televisión de pago en las que se pueden ver películas por un precio módico mensual. El estado actual de las televisiones en abierto, con programas de mierda que solo son pérdidas de tiempo y el exceso de publicidad, que llega a ser una aburrición, aconseja a veces apuntarse a una de estas plataformas. Aunque ya se sabe que las películas que pueden ofrecer son los desechos de las productoras y distribuidoras de cine, y se reducen a la CIA y el FBI, la guerra de Afganistán, las mafias de la droga, algunas de abogados y juicios, catástrofes, futuristas y poco más. Nada que valga la pena. Las joyas de la historia de la cinematografía, por ejemplo, están ausentes. Hay también algunos documentales.

Esta plataforma que digo ofrece un documental en tres capítulos que se titula Salvar al Rey. Va del rey emérito, Juan Carlos. Cuando uno acaba de verlo, se reafirma en su sentir republicano. Lo recomiendo sobre todo a los de derechas, que tienen al rey y a la monarquía como algo mítico, venido de Dios y por encima del bien y del mal. La parte más interesante del documental no es, como podía suponerse, la que informa sobre los amoríos de Juan Carlos cuando era rey de España, que los tuvo y muchos. Eso es lo de menos -salva sea la parte de la utilización de los medios del Estado para conseguir mantener en secreto tales actividades, con cargo al erario público, es decir, los impuestos de todos los españoles-. No, la parte más interesante es el papel del rey en el golpe de Estado del 23 de febrero de 1982, el llamado golpe de Tejero. Los exagentes de la inteligencia estatal que participan en el reportaje dejan claro que el rey sabía todo sobre el golpe, que no hizo nada por abortarlo y que, por el contrario, exigía a los golpistas que se lo dieran hecho. El objetivo era sofocarlo después para aparecer ante los españoles como el salvador de la democracia, consiguiendo así la legitimación que no tenía por ser un rey impuesto por el dictador Franco: sacrificaba a Armada, Miláns del Bosch y, sobre todo, a Tejero, que era el peón de esta partida de ajedrez político y el más expuesto en la televisión pública.

Con lo que el mito se deshace. Juan Carlos, como Borbón, también ha borboneado lo suyo, como todos sus antecesores. Pero, ojo, sus antecesores eran destronados, no por sus amoríos o sus jugadas políticas, sino por ladrones.

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