El diccionario de la RAE contempla dos significados para la palabra emoción y para esta columna me quedo con el que la describe como "interés, generalmente expectante, con que se participa en algo que está ocurriendo", porque, para mí, las elecciones que acabamos de celebrar los andaluces han sido, en gran medida, las elecciones de ese tipo de emoción pues cada día que pasa parece más claro que el mundo entero está, estamos, colocados en una indeseable fila para actuar en una nefasta obra y el reto, evidente, es que la obra se acabe y no hayamos llegado a salir a escena, porque ya han salido a actuar algunos y lo que estamos viendo es tremendo: hablo, por ejemplo, de Sri Lanka, vacío de alimentos y combustible y ya declarado en oficial bancarrota o de un Ecuador sumido en violentas manifestaciones, en un paro nacional y en un colapso oficioso.

Y así, ante posibles grandes eventos o cambios, esa emoción, como no puede ser de otro modo, se encuentra a flor de piel y alcanza la capacidad de mover cualquier cosa y de hacerlo más allá de todo lo esperado, como acaba de ocurrir en nuestra tierra.

Porque, ¿qué suele ocurrir ante la expectación de una gran desestabilización cuando aún hay mucho que perder? pues que buscamos situarnos en el centro de la superficie, ya que los extremos solemos verlos caer en toda película en la que el suelo se abre bajo los pies de los protagonistas, que rechazamos experimentos y que nos alejamos de cuanto consideremos causa ese peligro que nos acecha. Y así, quien nos espera en el centro y, más si lo hace impoluto, sin rastro de las inevitables salpicaduras que trae la toma de decisiones de calado, puede recoger nuestro voto de emoción, que no tiene que coincidir, necesariamente, con el de ideología.

¿Y como ha llegado el PP a ser visto hoy como opción de centro de la política andaluza? Pues, principalmente, gracias a la ventaja competitiva de no ser el partido al que le ha tocado dar respuesta a los efectos de una pandemia, de una crisis económica mundial distinta a todas las vistas hasta el momento y de una guerra en Europa y gracias a lo ocurrido a los restantes partidos de derechas; pues, desde 2019, Ciudadanos, que logró conquistar buena parte del centro de la política nacional, sólo ha sabido ir implosionando a ritmo constante y ya, para su remate en esta tierra, optó por centrar su campaña en vender el gobierno del Sr. Moreno Bonilla como el mejor gobierno que ha visto Andalucía, convirtiéndose así en el tonto útil del PP, pues si los elogios convencen lo harán para votar al elogiado, no al que elogia. Y VOX, con sus cada vez más estridentes y groseras formas y fondos, ha ocupado la parte más a la derecha de la línea política de este país lo que, a nuestra vista, desplaza al PP a un lugar más central de esa línea.

Las elecciones en Andalucía las ha decidido el centro y el PSOE, siendo la opción para él, no ha sabido serlo.

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