Una de emociones

Creo que es una mezcla de razones e inclinaciones con preeminencia de las últimas lo que termina inclinando la balanza

Decían que G.W. Leibniz, filósofo racionalista donde los haya, nunca se casó. Cuando aparecía alguna oportunidad aplicaba un cálculo riguroso. Escribía en una cuartilla dividida en dos columnas las ventajas y los inconvenientes y luego calculaba. Ya se puede suponer cuál era el resultado habida cuenta de su soltería. Por otra parte, recuerdo cómo exponía Unamuno los criterios que usaba Avito Carrascal, protagonista de Amor y Pedagogía, a la hora de escoger quién sería la madre del genio que él pensaba "obtener" siguiendo las ideas de la nueva pedagogía. Buscaba a la mujer que reuniera las características recomendadas por la ciencia. Seleccionó a dos mujeres empatadas. El desempate favoreció a la rubia porque tenía un busto más prominente. El criterio decisivo estuvo lejos de los cánones racionales. Y lo que es más grave, el aspirante a genio criado con rigor racional tuvo una vida emocional desgraciada. Nos encontramos ante dos autores paradigma de dos concepciones diferentes de los humanos. El racionalista, empantanado en el desarrollo de su vida personal, y el perpetuo perplejo en la lucha de la razón con la vida que al final se decantaba por el sentimiento. Dudo mucho que al tomar decisiones personales sigamos a Leibniz; creo que es una mezcla de razones e inclinaciones con preeminencia de las últimas lo que termina inclinando la balanza. Las razones que tengo para adoptar esta posición se centran en que tomar decisiones "tipo Leibniz" exige un gran conocimiento de las circunstancias y de las consecuencias de nuestros actos, conocimiento del que carecemos en buena medida; además exigen un esfuerzo mental y una formación considerables. Y si esos requisitos se exigen para unas decisiones cercanas al ámbito personal, ¿cuáles serían las consecuencias si proyectáramos este comportamiento al mundo de la política, más en concreto a la hora de votar? ¿Es razonable suponer que primen las simpatías o antipatías, el emotivismo, sobre lo racional? No me imagino a los electores haciendo un recuento de razones al estilo de Leibniz, que en el fondo podrían conducirnos a la inacción, a la parálisis. No puedo extender la posición de aquella votante que no quería votar a un alcalde "porque no le gustan los hombres con bigote". Pero para bien o para mal, siguen siendo decisivas las consignas y las imágenes. Es (¿tiene que ser?) así.

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