¿Está el enemigo?, que se ponga

Gila supo construir una mirada auténtica con ayuda de elementos reconocibles e identificables para el espectador

El13 de julio de 2001, murió Miguel Gila, el maestro español del monólogo cuando aún no sabíamos ni lo que era el monólogo. Un humor superviviente que, aún hoy, sigue derribando trincheras. Las trincheras del covid-19, de la ruina económica de muchos, de ansia del poder, de los prejuicios sociales, e incluso de la propia autocensura, que nunca cesa. Pero si hay algo que caracteriza la relación de Gila con el humor es su inseparable teléfono.

Gracias a sus monólogos y sus imprescindibles viñetas para la prensa y revistas, aprendimos a mirarnos por dentro con socarrona benevolencia. Sus viñetas muy a menudo ilustraron una lección de vida para cualquiera de nosotros, siempre elocuente, siempre cariñosa.

Da fe Jorge de Cascante en "El libro de Gila: Antología tragicómica de obra y vida". El 8 de octubre de 1951, la primera vez que Gila hizo, a modo profesional un monólogo sobre la incivil guerra: "Solo he traído una bala, mi sargento. Pero se me ha ocurrido que le puedo atar un hilo y así me vuelve después de matar y puedo seguir matando". El éxito fue rotundo.

Gila supo construir una mirada auténtica con ayuda de elementos reconocibles e identificables para el espectador, que definían mejor su personaje: su camisa roja, su teléfono, su boina, su "que se ponga". Nunca desvirtuó sus señas de identidad con las que logró diseñar un inteligente humor que abría paso a la reflexión dando que pensar. Y eso es un arte que debería estar catalogado y divulgado como lo que es: arte. La última actuación de Gila, fue en El Club de la Comedia. El hombre que popularizó el monólogo y que le valió de adiós a su público. Ahí tenía que ser su despedida televisiva, que no se sintió como tal. Hasta que el público se levantó y le brindó una larga ovación. Entonces, Gila rompió la rígida estructura tradicional del programa, paró el aplauso, miró al patio de butacas y dijo: "No me quiero ir sin antes decirles que les quiero mucho. Gracias. Buenas noches". Como buen cómico, sabía manejar los tiempos, pero además sabía mirar a su público: sabía narrarle su propia historia.

El periodista Luis del Olmo dijo de él, y miles de españoles nos sumamos a sus palabras: "su humor ácido y surrealista nos ha aliviado muchas amarguras".

- ¿Está Gila? Que se ponga.

- Oye Miguel, perdona que te moleste ahí arriba. Saluda de mi parte a Mingote, a Eugenio y a Tip y Coll.

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