Por una enseñanza sin pamplinas

Menos pamplinas y menos futesas: ya está llegando la hora de que los docentes reclamemos el respeto que se nos debe

De nuevo hundidos en otra reforma de las enseñanzas no universitarias, vuelve a aparecer una idea que me exacerba. No es que me resulte molesta ni que me cause confusión, no: me provoca enojo, enfado e irritación. Me refiero a que se trate a las materias y al conocimiento como a los tarros de café en el supermercado y se proclame la necesidad de hacer "atractivas" las asignaturas. Es una barbaridad y así lo digo, sin ambages. De un lado, se da a entender que quien no tiene los saberes puede saber si quiere tenerlos; de otro, que la opinión es más importante que el conocimiento; finalmente, que en la educación puede intervenir todo quisque menos el profesorado. Pues bien, las asignaturas no tienen como objetivo ser atractivas, sino formativas. Distinto es que se impartan de modo ameno. Confundir el método (etimológicamente, el camino que lleva a un objetivo) con la finalidad a la que se tiende es un error que denigra a quien lo comete.

La cosa se agrava cuando miramos las Letras o Humanidades, que algunos están empecinados en convertir en una especie de feria de las vanidades. Es enojoso, irritante, exacerbante, leer que el Ministerio de Educación proponga cambiar el Latín de 4º de la E.S.O. por otro nombre más "atractivo". Más aún lo es que se llegue a proponer sustituirlo por algo llamado "Lenguas y culturas de la Antigüedad". ¿Qué Antigüedad? ¿La grecorromana, la indoirania, la nórdica o todas ellas? Si se acepta eso, debería también proponerse sustituir Biología, Geología, Física y Química por una "Introducción a la cultura científica". Si se propone convertir las Letras en el programa "El condensador de fluzo", qué menos que transmutar las Ciencias en "Órbita Laika", ¿no? La enseñanza es una cosa y la divulgación es otra. Menos pamplinas y menos futesas: ya está llegando la hora de que los docentes reclamemos el respeto que se nos debe. No somos tarros de café, somos los profesionales de la docencia.

Un ilustre almeriense escribió que era muy conveniente: "emancipar la enseñanza de todo extraño poder y convertirla en una función social, sin otra ley interna que la libre indagación y profesión de la verdad, ni más ley externa que la que haya de regir a toda sociedad humana, ni otro reglamento que el de la propia organización de la Ciencia como una obra sistemática". Se llamaba Nicolás Salmerón y nació un diez de abril. Ojalá hubiera hoy más personas como él.

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