Peces de Ciudad

Francisco G. Luque

No me entra en la cabeza

NO es mi intención hacer más sangre sobre el tema de Dani Benítez, sobre su ayer mismo confirmado positivo por cocaína, pero la noticia me impactó tanto cuando empezó a ser anunciada en los medios de comunicación hace ya unos días que me ha sido imposible no dedicarle mi columna esta semana. Parto de la base de que somos humanos, podemos cometer errores y, tras pagar de una forma u otra por ellos, aprender y no volver a cometerlos. En el mundo del fútbol es raro que se den estas circunstancias con frecuencia, como desgraciadamente ocurre en deportes como el ciclismo, aunque es entendible en el sentido de que en el segundo caso el esfuerzo es infinitamente mayor, pero bueno, tampoco es excusa. Cada vez que veo una información sobre un supuesto caso de dopaje me hago la misma pregunta: ¿acaso creen estos deportistas que las federaciones y los comités encargados de evitar el doping se chupan el dedo? En el caso de los ciclistas es difícil de entender como, aún sabiendo que los vampiros acechan día sí y día también, con los controles más estrictos que existen en este ámbito, hay alguien que se siga dopando. Tarde o temprano te pillan, seas campeón del Tour o el último clasificado del ránking UCI. En el balompié, según tengo entendido, no hay exámenes tan estrictos como en el deporte de los pedales, pero si tienes la mala suerte, o suerte, según como se mire, de que has tenido una pequeña noche de desfase en dos años y al día siguiente te hacen llenar de orina un botecito, además de que se te debe quedar la misma cara de tonto, tu carrera profesional queda pendiente de un hilo muy fino. ¿Qué necesidad tenía Benítez? Ninguna, la verdad. Un jugador joven, destacado, con una proyección que ahora se verá enturbiada por su positivo. No obstante, las personas podemos equivocarnos. Esperemos que este jugador aprenda.

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